A Blo, por sus hazañas.
Dos horas antes
que sonara el despertador, desperté. Todavía era de noche. Desperté, como
si no hubiera dormido nada, con esa sensación de que te acostás y es cerrar los ojos y abrirlos y nada más -¡qué rabia!- Si,
si, ya sé lo me que vas a decir, doc: "eso me pasa cada vez que tengo una función y que tengo que aprender a dominarlo, porque son fantasmas que vienen de mi infancia y esas cosas" Si, si, es verdad, pero no puedo controlarlo. Cada vez que me pasa, me dispara
una ansiedad ga-lo-pan-te. Me inquieto por todo, estoy acelerado, pienso en mil cosas a la vez, me paseo por toda la casa, me asomo al patio -no sé para que, pero lo hago-
Se me hierve el agua y después termino tomando el café frío, vistiéndome en la cocina, y por último, salgo de mi casa sin comer nada y siempre salgo tarde. Todo esto me pasa cuando me despierto así. No puedo controlarlo... No, no, miento, eso no es todo lo que me pasa. Me pasa algo peor todavía, que tampoco puedo controlar ¿Ud sabe que es peor que eso?
-No sé. Cuénteme ud de que es.
-Es las ganas de fumar doctor. Eso es lo peor. Se acuerda que le conté que hace semanas que intento vencer el vicio? bueno, hace semanas que vengo perdiendo. Tengo una tos espantosa, me dicen que parezco una foca asmática. Por eso, esta vez me propusé seriamente no fumar hasta después
del desayuno, pero
que... cuando me levanto así, me fumo hasta
los fósforos! -Sabe que hice esa mañana para no fumar?
-No.
-No desayuné. Dejé el café
hervido, las dos
tostadas y me fui. Para variar, sali tarde. La cosa es que caminé hasta la avenida a
esperar un taxi, que a esa hora, y con el frío que hacía no estaba ni dios en la calle -Por
acá, seguro que no va pasar un taxi ni aunque se pierda- Pensaba. Por suerte, me equivoqué. Aparentemente, el día se dignaba a cambiarme la cara de culo estreñido que tenía- Esto es suerte -dije para mi- incluso, capaz que se
llena la función si mejora el día.
-Doctor, ¿ud cree
en las señales?
-No importa lo que yo crea. Acá, lo único que importa es lo que ud crea.
-Bueno, porque yo sí creo en esas cosas
del destino, en
realidad creía. Hasta esa mañana que todo cambió. Mejor dicho, aún creo. Creo que el destino es una mierda y que es mejor no creer en el destino, me entiende doc?
-Avancemos.
-Está bien, la cosa es que, como por arte de mágia, apareció un taxi. Apareció de la estación.
Cuando subí al taxi, casi me muero del olor hediondo que había. El taxi apestaba. De lo incómodo que me puse, ni buen día le dije al chofer, sólo dije: "derecho hasta el centro por favor" y arrancó.
Al toque que arranca, el tipo, como si nada, con todas las ventanas cerradas, saca del
bolsillo de la camisa, un paquete de Imparciales largos, se
puso un cigarrillo en la boca –¡claro! ese es el
olor a mierda que acumula acá adentro- pensé. La cuestión es que, en eso que estaba por prender el pucho, cuando el encendedor dio el primer chispazo, inmediatamente después, una
onda silenciosa de aire denso y caliente se expandió y nos atravesó, al segundo siguiente vi el
fuego. Primero salió de abajo del
volante, después las llamas pegaban en el techo y bajaban por los costados hacia el centro, las llamas giraban como una ruleta. El auto estaba ardiendo con
vehemencia, era un
infierno, y la
garganta del diablo se
tragaba al chofer. Acto seguido, fue la explosión. No tuvimos tiempo de nada. Quede medio
ciego, un poco sordo, atontado. De un momento para otro, me di cuenta que
el chofer y yo nos quemábamos vivos.
Por instinto,
ese que te sale de no se donde,
atiné a estirar el brazo y destrabar la puerta y sali
corriendo, pocos metros de correr, miré atrás,
sólo se veían las ruedas del auto, el resto era todo fuego, parecía
una hoguera. Sólo llamas y llamas, y cada vez, más altas.
Miré en todas las direcciones, pero no había nadie, quería gritar y sólo sentía que me ahogaba del susto, estaba desesperado, como en esos sueños que uno
corre y corre para escapar y sentís
que vas tan despacio que te van a alcanzar. Así, y sin
pensar en nada, regresé al taxi, me
enrosqué la mano con la
manga del abrigo y abrí la
puerta, traté de sacar al chofer -que estaba inconciente- lo tironee de la ropa pero no se movía, tenía puesto el cinturón de seguridad, no lo dudé, me tiré adentro y lo desprendí del cinturón. Por suerte lo
pude sacar vivo y alejar del fuego.
–¡Es increíble lo que le pasó!, cómo se encuentra ahora?
-Mal doctor, muy mal. Tengo miedo, no quiero salir a la calle. No me animo a hacer las compras. Creo que todos me persiguen, que saben quien soy y que hice. Estoy paranoico, tiemblo todo el día, estoy ansioso, no paro de fumar, no como, lloro a escondidas en mi casa y eso que vivo solo.
-A ver. Disculpe que lo interrumpa. No lo entiendo. Ud tiene que estar orgulloso de si mismo. Actuó valientemente, es un ejemplo para cualquier persona. Arriesgó su vida para salvar la de un desconocido. Seguro que ese chofer y su familia estaran agradecidos por su heroísmo. Conductas como la suya, son ejmplares y deberian ser reconocidas por todos.
-¡No doctor! Ojala fuera así. Resulta que después que saqué al chofer, me di cuenta que llegaba tarde a la obra, entonces me fui y me olvidé del asunto, y cuando volvía de trabajar, oí en la radio que la policía buscaba intensamente a un joven psicópata que después de negarse a pagar a un taxista lo habría incendiado provocándole, por poco, la muerte del chofer. Luego se dió a la fuga. Lo buscan en la zona del hehco ya que, sospechan que sería vecino del sector. Entiende ahora?
1 comentario:
Publicar un comentario