19 de agosto de 2014

Puntos de vista

Viajé a Italia a cumplir un sueño y terminar el próximo libro. Hace un par de semanas que estoy de vuelta pero, no terminé el libro, empecé a escribir otro y, además, regresé con sueños nuevos que ni siquiera imaginaba.

Desde mi punto de vista, no puedo seguir escribiendo las crónicas del viaje, —pido disculpas a los que venían siguiendo el blog— tampoco puedo seguir pensando lo que quiero hacer. Mis sueños tienen vida propia. Son una corriente dentro de una ola gigante que pechan más que la turbina de un avión. En estas circunstancias, no pienso y sin embargo existo. Soy.

Vivimos tiempos donde no hay tiempo para andar pensando, hay que entregarse. Hay que abrir la mano y soltar el pasado. Desanclar y dejarse llevar hasta el destino que ya despertó.

La tentación de contarles sobre Donatella me atraviesa el estómago de punta a punta. Hablarles de los paseos que hicimos por Roma, las clases de italiano, conversaciones en las miradas, las escapadas del convento a fumar, la fuga que nos hicimos a Venecia, los puntos de vista, el silencio que moja, las tetitas, el espacio compartido, las lágrimas, los labios, la risa cómplice, el teatro romano, la desesperación de verse y la desesperación de no verse, el último día, la despedida, el deseo, el corazón. Pero un sentimiento sutil y armonioso me reserva esta historia para un futuro cercano. Un día Roma va a ser un libro y Donatella un sueño realizado.

Por ahora me despido de la publicación de estas crónicas, quería decirlo, me hacía falta hacerlo. Me despido compartiendo la penúltima noche que pasé en Italia con Donatella y algunas fotos caseras que seleccioné. Son puntos de vista donde el corazón se abrió y tomó la esencia.

Mi monjita me invitó a una obra de teatro que presentaba la actriz y directora Roberta Fonsanto. La obra se llamaba “Il bastone di Miracoli” Trataba de un pobre viejo millonario que se moría y la docena de hijos que tenía se peleaban por la herencia. La obra se hizo en un anfiteatro romano original del S. 30 DC y, la puesta en escena incluía más de treinta actores en el escenario durante toda la función y, todos con capacidades especiales. El anfiteatro era y es un lugar increíble, un túnel en el tiempo y, la función salió magistralmente bella. Tan bella y sensible que hizo emocionar a todos a moco tendido, especialmente Donatella, que no podía parar de llorar y yo de enamorarme. Seguramente, el libro tendrá un capítulo de esta noche, y de todo lo que hicimos...
    
Il bastone di Mirácoli: 

Directora: Roberta Fonsanto.







Puntos de vista: