10 de julio de 2012

Los Choripas. (Editado)


   

Jueves 27 de Noviembre, 12:45 hs, Irigoyen esquina Vélez Sarsfield, sensación térmica a la sombra 42° grados y moderando con leve aumento de temperatura y alerta de piedra. Córdoba Capital.
                                                                                                               
A primera hora de hoy, la ciudad fue sitiada por imprevistas manifestaciones y cortes estratégicos en los accesos al microcentro. Organizaciones gremiales, piqueteras y ambientalistas tomaron transitoriamente el control de la ciudad.El tráfico fue un caos insoportable, nunca antes visto. Recién ahora,cuando el sol cuece el alquitrán de las calles, empieza a normalizarse el tránsito, pero todavía falta mucho, en las esquinas todavía están humeando restos de las cubiertas incendiadas y aún puede verse en las paradas de colectivos, largas colas de personas desahuciadas, mujeres que se abanican sus caras rojas y despintadas, estudiantes descamisados sentados en los cordones. La gente se amontona odiosa en una baldosa con sombra esperando que por fin se destraben los conflictos y aparezca el colectivo, o el remí trucho que los saque del caldero.  El viento caliente de aire con olor a caucho quemado y pólvora de las bombas de estruendo, propaga el silencio de las personas y sofoca los aires condicionados de los locales, nadie está a salvo de éste infierno.
 
Arremolinados por el viento, una cajita de vino vacía y varios vasitos descartables se levantan en la esquina de 27 de Abril y Gral. Paz.   -el centro parece una película de vaqueros- A lo lejos, se oye otra bomba, tal vez sea la última del día.  

Yo acabo de salir de la oficina. Traje, camisa y corbata, para volver a casa, me toca cruzar el centro a pata porque, ni si dios quiere, voy a encontrar un taxi.

Dos cuadras apenas y en el fugaz reflejo de una vidriera, ya parece que vengo de un concurso de remeritas mojadas; pero no me quejo, el gordito que va delante mio la está pasando peor, tiene del cogote hasta la parte inferior del culo, una importante escarapela de transpiración y, a juzgarlo por el swing de su andar, o se está deshidratando o ya se le pasparon las cachas.  

Un poco por el hambre y otro tanto por la calor que hace y, también, porque ya caminé más que Kung-Fu, empiezo a tener alucinaciones, veo cosas extrañas por las calles; la ciudad humea vapor en cada alcantarilla, las heladerías están desabastecidas; las mujeres no tienen modales, una señora tropezó con un ciego y en un rapto de enojo le gritó: “¡porque no ve por donde camina!” el cieguito se enfureció al toque y entró a repartir bastonazos a diestra y siniestra hasta que dos tipos que estaban cerca del episodio,contuvieron al ciego para que no la cagué a bastonazos a la señora que se había caído sobre un lustra botas que también recibió un par de palazos en la cabeza.                                                                 

Ningún periódico había anunciado las movilizaciones.

El gremio de los banqueros, Naranjitas Unidos de Córdoba, Judiciales, Carreros, Hinchas Asociados de Talleres, Floristas de Cementerios y Huertistas de Villa Libertador, eran algunos de los grupos que habían manifestado desde temprano. Pero, aunque cada uno de los grupos que habían salido a la calle lo había hecho por su cuenta y en defensa de sus derechos, entre ellos hubo violentos cruces y grandes disturbios, actos de vandalismo y boicot de unos para con otros que hacían más peligrosa y caótica la mañana, como decía la nonna: se peleaban por ver quien la tiene más grande. De todas maneras, y sea como sea el tamaño de cada uno, en la calle,la policía, al límite de verse desbordada había solicitado colaboración de Bomberos, por momentos, el estado de alerta y tensión fue máxima.  Las avenidas principales eran tierra de nadie, o mejor dicho, de unos pocos mafiosos…

En Córdoba, es un secreto conocido.  El atentado a la paz, había sido pergeñado por un reducto de mercenarios muy poderosos para mostrarle al gobierno y al pueblo su poder de impacto y, de paso, que el resto del país vea que ellos la tienen más grande que cualquiera.  El fin: negociar nuevos privilegios.
Cuando el caos manda y la necesidad gobierna, en el peor momento de las protestas, aparecen ellos, los rufianes mercenarios. Inescrupulosos como ellos no hay otros.

Vienen a lucrar con las necesidades de la gente trabajadora, del universitario, del jubilado y su nietito, de la dama y el caballero. No conocen de piedad ni de misericordia, le da igual la vieja que el cieguito o el lustra botas. Su objetivo es instalarse donde se encuentre la mayor cantidad de gente, sufriendo o festejando no les importa, sólo necesitan de las masas congregadas para llenarse los bolsillos, no les importa si estás ahí antes, ellos te desplazan y se instalan.

Se hacen pasar por ocasionales y espontáneos, pero están pérfidamente organizados en la clandestinidad, concentrados en los pulmones y en los riñones de la ciudad, se meten por los intestinos, se pasean por el recto de cualquiera, son una bacteria inmune y auto reproducible, al primer descuido, ya se te metieron adentro y te quitaron los pocos pesos que llevas en el bolsillo.  Son los Choripa,la mafia cordobesa.
Choripaneros de manifestaciones y piquetes. Se agrupan por Clanes y se dividen por familias. Trafican desde el chacinado hasta las bombas de estruendo pasando por el expendio clandestino de sangría y amargo único. Fue mi nonna la primera que me enseñó la cruda realidad el día que me llevó a conocer un Choripa. Entonces me dijo: “mi hijito, ese chimichurri que usted ve ahí, tiene más secretos que la fórmula de la coca cola”  Nunca olvidé esas palabras.

Muchos políticos ganaron elecciones gracias a pactos secretos con los Choripa; “si habrá visto una esas multitudes que iban a los actos por el chori”, repetía la nonna cada vez que se anunciaba una elección.                                                                  
Los Choripa dominan el mercado negro de la docta, pero algunos expandieron su predominio a otras latitudes para evitar conflictos territoriales en el seno de los Virreyes del Chorizo, autoridad máxima de todas las Familias. Los Virreyes son los que organizan el espacio, dividen los territorios, son los que cortan y reparten el chorizo para que no haya disputas entre las familias. Dicen quienes son las familias que tienen el control en las canchas, en los bailes, en las manifestaciones. También se encargan de que no haya problemas con los controles municipales, aceptan o rechazan acuerdos con políticos en campaña, con barras bravas cuando juegan de visitantes para que puedan llevar su Choripa de confianza.  Acuerdan el precio de venta, designan quienes van a ser los proveedores del pan y el carbón, en fin, son capaces de todo, incluso, de hacer un asado abajo del agua.

Con los Virreyes del Chorizo NO-SE-JO-DE, porque te cocinan.                             

Pero la historia enseña que ningún crimen es perfecto y, aquél 27 de noviembre, entre tanto caos, sucedió un imprevisto. Un hecho inédito se grabó en la historia para el resto de los tiempos.

Después de haberme fumado más de una decena de Choripas en el camino, sucumbí a la tentación y me detuve en uno: Irigoyen y Vélez Sarsfield, al frente del Olmos. Antes, conté el efectivo que tenía conmigo, ocho pesos con veinticinco, no me alcanza para nada, o compro el pan o compro el chorizo, pensé, igual me acerqué, onda turista para ver de qué se trataba la parrilla, observé que le quedaban sólo tres choricitos, que a ojo de buen cubero no tenían más de una semana a la venta. Entonces decidí apurar el trámite:                     

-Maestro, una preguntita, ¿cuánto sale?                                                                   
-Dié, papi. Contestó rápido, como inquieto y preocupado por otra cosa.

Cuando lo oí, lo primero que pensé fue: culiao, me vio la cara. Automáticamente, como mecanismo de defensa, cambié el chip y pasé de turista ingenuo a cordobés básico:                       

-¿Son Adidas los chorizos? 
                     -No, si van a ser Nike -contestó sobrado. Su cordobés era más ilustrado que el mío. 

Después de este cruce, entre él y yo, no había más distancia que una parrilla,

                              -papi, vó no sabé lo que é estar al lado del fuego toda la mañana, a esta hora tiene otro precio-justificó el amigo.                             

En ese instante vino otro necesitado como yo, y compró el antepenúltimo chori.  Se lo morfó sin masticarlo. Hubiera empeñado el reloj o lo hubiera pagado en cuotas con la de crédito.  El Choripa y yo no dijimos nada, con los que tienen abstinencia de chimi, mejor no meterse. Consejo de la calle.

Visto esto, no me quedó otra alternativa que regatear.                                                                                                      

-a ver si llego -dije en voz alta- mmm uuh mmm… no, no llego, tengo ocho y chirola…
-papi, conmigo no hay drama, pa' que veá que soy buen guaso. Tomá, acá tené.   

Otra vez pensé, “qué culiao, me ve la cara y encima se hace el piola”  Por eso son los dueños del mundo, porque soplan y te hacen una botella, porque la tienen atada, a la chancha, los chanchitos y la máquina de hacer chorizos.
  
Ellos, son la elite de la docta, Choripa no se hace, se nace.

Aunque no tenga un peso en el bolsillo, tengo chori en mano y más vale chori en mano que cien fumados (me hubiera gustado que la nona me oyera decir esas palabras, se hubiera puesto orgullosa de mi).  Atorándome con el chori y los pensamientos, observé que algo ponía nervioso al Choripa. Ya no miraba su parrilla sino la de un Chóripa que estaba del otro lado de la Irigoyen, discutiendo con dos municipales que aparentemente no habían entendido la orden, o tal vez si, pero, especulando que se trataba un Choripa femenino, trataban de sacar un choripán fiado bajo coacción de multar y secuestrar la mercadería, sin duda, los agentes del orden subestimaron las consecuencias de sus actos. La tensión creció como el fuego en la parrilla. El Choripa que me había vendido a mí, no toleró un minuto más la situación de su colega cuando vio que uno de los inspectores levantó el frasco del chimi y empezó a tirarlo en la calle, entonces dijo:

-Se terminó. Van a ver estos come gratislo que es meterse con nosotros

Relojeó para todos lados buscando una cara conocida, pero sólo me encontró a mí, con la boca llena y la camisa llena de migas, no tuvo otra opción –se lo noté en la mirada- después dijo:  

-papi, cuidame el puesto, ya vengo.  Se dio vuelta y salió corriendo.

Los autos empezaron a chillar con sus frenadas.  Nadie entendía nada. El Central Azul, que por suerte recién salía del semáforo, embistió al Choripa que trastabilló y tambaleó unos metros, casi cayendo,casi levantándose, hasta que recuperó el equilibrio. Siguió corriendo sin importarle absolutamente nada. En unos segundos el tránsito volvió a congestionarse como antes, pero ésta vez, se había detenido en una pausa sin tiempo, en las veredas se había formado una tribuna de curiosos que coreaban a cada frenada de los autos un “¡uuh… qué culiau! ¡Uuh… qué culiau!” Los únicos que todavía no se habían percatado de todo lo que estaba aconteciendo eran los municipales que, entre carcajadas macabras, sobraban a la choripanera pisándole uno por uno los tomates y la lechuga. Eso, hasta que el Choripa le llegó a uno de ellos con un salto-patada-karateca-voladora de película que impactó en el centro del estómago gigante del inspector provocando un movimiento ondularmente uniforme de la masa grasosa que envolvió media pierna del Choripa y lo suspendió en el aire hasta que lentamente cayeron los dos al suelo. El inspector lo hizo de culo y, arriba de éste, el Choripa. La gente se agarraba la cabeza, no podían creer lo que veían y, al unísono, explotó un ¡culiau! final cuando vieron amalgamarse el asfalto hirviendo de la Irigoyen con el ojete del inspector y la cabeza que le iba dando rebotes en el aire hasta que finalmente quedó en posición horizontal con el Choripa encima.

En ese momento, me percaté de un detalle que más que detalle, fue una ocasión, nadie me observaba.  Estaba solo en el mundo. Sólo la parrilla del Choripa y yo. Lo primero que se me ocurrió, fue la segunda intención, si lo hacía, tenía cien años de perdón.  El corazón me latía en las amígdalas y no me puse objeciones, lo que me puse fue el último chorizo solitario que se chamuscaba en las brasas,adentro del bolsillo del saco, me di media vuelta y salí silbando bajo.
                                                                         
El miedo de que de repente, recibiera una patada voladora a sangre fría que me uniera el culo con la nunca, me persiguió por varias cuadras.  Imaginaba una cesárea para extraerme la zapatilla del Choripa si esto pasaba, caminé urgido y fruncido para protegerme la retaguardia, pero cada vez que metía la mano en el bolsillo y acariciaba el chorizo,sabía que todo valía la pena, sabía que estaba haciendo historia.



3 de julio de 2012

Coincidencias.




Un par de meses atrás se habían conocido en la estación de subtes. Fue la curiosidad de él, la que creó un lazo entre ellos después de verla por primera vez:   Ahí estaba Ella, sentada en mitad de un banco del andén, su espalda erguida, sin auriculares ni periódico, con su cartera en la falda, serena y delicada, como el cristal; invisible y ajena a todas las personas que iban y venían.  La paz de Ella le llegó hasta el corazón de él, sellando esa imagen en un retrato que guardaría en su intimidad como una enseñanza, el resto del día, se sentiría liviano, como feliz, ansioso por verla por otra vez. Y así fue, todos los días, a la misma hora, ella estaba ahí.  
El principio de ésta historia continuó como principio por un tiempo más, ya que gracias al entusiasmo que a él le provocaba pensar en que llegaba la hora de regresar a la estación, aumentaba cada vez que la veía y duraba hasta donde Ella se bajaba, luego, todo era nostalgia por añorar algo que todavía no sucedía, pero eso no interesaba. Él, que jamás pensaba las dudas, sabía que pronto llegaría una señal para acercársele y lo haría, mientras tanto, soñaba.
El fin del principio llegó de repente, y no fue señal ni fue casualidad.  El nudo de éste relato fue una coincidencia: Aquél día, él, no la vio en la estación, pensó que podría estar enferma o que se podría haber demorado en el trabajo, pero prefirió no seguir pensando en todos los posibles motivos, sólo soltó un deseo imaginario con una intención simple: ojalá que se encuentre muy bien, en ese momento, una persona se sentó a su lado, era Ella, para él algo inexplicable, providencial y maravilloso estaba sucediendo, la adrenalina era un folklore que le zapateaba el corazón, la miró a los ojos y sus pensamientos eran más veloces que el tren, hasta que se animó a decir algo,  entonces todos los pensamientos se le cayeron al piso desnudando su inexperiencia en el trato con las mujeres y una corriente de nervios que le habían provocado una tentada y contagiosa risa que inesperadamente la tomó por sorpresa a Ella cuando escuchó con un H-O-L-A tan simpático y  tan sincero que fue imposible de esquivar.  Ambos habían coincidido en una sonrisa auténtica, y hoy cuando se despidan, ninguno podrá negar así mismo que el destino parió un encuentro.
A partir de aquél encuentro, cada uno tuvo compañía en la presencia del otro y creció una relación verdadera. Compartían el viaje, secretos, confidencias, silencios, conversaciones hermosas; aprendían a escucharse, a romper prejuicios, se hacían cómplices. Se aconsejaban películas, libros, y mientras todos corrían en la estación por llegar a tiempo a algún sitio, ellos debatían las causas del aumento del precio de las aceitunas negras rellenas en Brasil.  Las coincidencias crecían todo el tiempo, pero, por sobre todas las coincidencias, ellos habían entendido que se trataba de un encuentro, cada coincidencia encontraba a uno en el otro, él se encontraba en la ternura de ella y ella en la alegría de él como si se conocieran desde todos los tiempos.
¿Qué puede hacerte palpitar así, sino es amor? Era la pregunta que él repetía cada noche antes de dormir, dibujando la respuesta en los ojos de Ella, hasta que un día se lo preguntó y le contestó afirmando lo que sentía:  -claro que es amor, no podría ser otra cosa que amor, él, cuando escuchó la respuesta se quedó en silencio, la contemplaba admirando su belleza, nunca antes había visto tan de cerca una mujer enteramente bella, miraba sus ojos y creía que todo era posible; Ella, respetaba el silencio de él, y también lo contemplaba admirando el valor que veía en sus ojos, nunca había estado enamorada, hasta éste presente, ahora, podía sentir el amor en una mirada y abrazar un alma noble.
-Por favor no sigas, dijo ella interrumpiendo el principio de un beso, le tomó la mano, lo miró dulcemente y continuó: no lo dudes, es amor y es puro, me siento inmensamente feliz y es mejor de lo que lo había soñado, mi corazón no entra en mi cuerpo; me gustas desde antes que me dijeras hola temblando de nervios, te veía todos los días en la estación y me preguntaba como serías, y hoy estás aquí, conmigo y te amo, te amo tanto que no lo puedo explicar; entraste en mi vida a cumplirme un sueño que había olvidado, gracias a ti, sé lo que es ser una mujer hermosa y amada, porque tu eres hermoso y amado, y éste sentimiento es infinito aunque no sea nuestro tiempo. Te amo desde la libertad y debes irte libre de aquí, sé que nunca preguntaste mi edad, porque eres un caballero, pero tengo más de sesenta y tu menos de veinticinco, no puedes esperar nada de mi, ni Yo de ti, debes seguir adelante con tu vida, y si me amas, por favor no repares en mis palabras ni en mis lagrimas, sólo ve feliz y lleva el orgullo de haber hecho conocer el amor a una mujer que se había perdido en el tiempo. Él, después de escucharla con el corazón, cayó con el estómago y sólo respetó en silencio, no lloró sino hasta llegar a su casa.
Al otro día, un tren a Carabobo pasa por Congreso, el mismo caos de siempre, pero alguien invisible ya no espera.