28 de febrero de 2012

Magia



Para darte un puñado de nieve

subí a rallarte la luna.

Detrás de un árbol

me esconderé a observarte mi niñalegre.


Te reís con los copos,

la nieve juega con tus manos;

cuando te cale el frío saldré

a cubrirte de abrazos.


Un gajo de céfiros como obsequio.


Las farolas en el firmamento

iluminan la noche fresca,

perfumada de un soplo de mar

con aroma de olas y de sal.


Te ofrendo un collar de mariposas

que haga juego con tu piel

vestida de seda,

sencillamente bonita.


Un coral de luciérnagas festejan,

atolondradas, la belleza que te cubre.

Así, te sujeto y al oído, te susurro:

“la magia existe en tu corazón"

22 de febrero de 2012

Tres finales, una cuestión.



I

Llego a casa, de repente, algo altera mis sentidos, en la puerta del estómago, siento una estrella de nervios de puntas filosas.  Observo, no pasa nada.  De pronto, cuando pienso que sólo fue un susto, me sorprenden tres jóvenes vestidos de sombra.   

Quisiera correr, pero dudo que mis piernas respondan. No descifro lo que oigo ni lo que pienso, pero tampoco hace falta, de golpe, uno de ellos, ya está sobre mí. 

Escucho un disparo. 

Sé que me hirió, pero todavía no siento el dolor, sólo veo la sangre. Resisto. No me quiero caer al piso, tengo miedo de no levantarme de nuevo.  Con todas mis fuerzas me sujeto del brazo que sostiene el arma, no voy a soltarme de Él, no voy a darme por vencido. Mis ojos hablan por mí, y Él me entiende, aunque no sabe lo que está sintiendo –queda perplejo- Lentamente, intenta retroceder; Yo avanzo hacía Él.

El miedo crece.

Intento decir algo, pero ya no tengo aliento, apenas puedo estar de pie, sólo detengo unos instantes mi final. Él, sigue retrocediendo, algo teme.  Teme de mi fuerza; en su mente, piensa disparar de nuevo, matarme de una vez por todas, pero teme. 

Teme porque ignora. 

Ignora que entre él y yo, hay un abismo, pero más teme, porque al verme, ve su alma, cobardemente humillada.

II

Despertó como si no hubiera dormido nada y detestó que fuera de día.  Le sangró levemente la nariz como rastro de la noche anterior.  Se limpió en el baño, después cerró todas las ventanas y se sentó en la cocina, donde había más oscuridad.

Con la vista buscó algo a su alrededor, pero no encontró lo que buscaba.  Sintió no estar en ningún lado, sintió frío y tuvo miedo, pero no pudo llorar.

Del montón de colillas que había en el cenicero, eligió una que calculó le quedaban dos o tres pitadas.   El gas tomó cuerpo con la colilla que prendió y sus pulmones se ahogaron antes que las llamas fueran a Ella.


III

Buscaba sus palabras en el silencio, nadie sabía que había un pacto.  Prefiere morir antes que hablar. Elige matar antes que entregarse. Con la mirada, vigilaba el movimiento de los oficiales.

Bastará un segundo para resolverlo, y sucedió.

Pateó el escritorio y cayó de espalda sobre su silla, giró, tomó la lesna del piso, se levantó, y la enterró donde calculaba el corazón.  El segundo policía que lo custodiaba, antes que fuera por él, le voló la sien.

El único precio que no iba a pagar, era el de negociar con la policía. 
                                                              

                                                              ∞∞∞∞∞∞
¿A dónde van los desesperados, los perdidos, los enfermos, los abandonados, los solos; si nunca los buscaron?
                                                              ∞∞∞∞∞∞

14 de febrero de 2012

Pobrecito el Pepe.



…Ya me sonaba raro que el Roco no buscara la comida.

-Roco, Roco, Roco.

Lo llamé varias veces, y nada.

-Roco, Roco, Roco.

Salí al patio a buscarlo. Ahí lo encontré al desgraciado. En el fondo, a la sombra del limonero.

-Roco! a comer. Vamos! -Grité enojado, pero tampoco hizo caso. El sin vergüenza, no me llevaba el apunte.

Ya me había hecho enojar en serio. Me fui a buscarlo, en el trayecto levanté la manguera para asustarlo y cuando estaba sobre El, no lo pude creer, el susto, me lo llevé yo. 

–Nooo!  ¿Qué hiciste roco? Grité cuando lo vi. -Te voy a matar roco!

El desgraciado tenía, entre sus patas y el hocico, al Pepe, y, por el cogote un collar de plumas amarillas que habían sido del canario; de un manguerazo en el lomo lo levanté del suelo.

-¡Pobre Pepe desplumado!

-¿Qué hago ahora con el pepe? ¿Cómo se lo explico a la Pocha? Se muere si lo ve así, la viejita se muere o me mata a mí y al roco juntos. Ésta, sí que no me lo perdona...

El Pepe era el canario de la vecina, "la Pocha", la más vieja del barrio y también la más querida y respetada. La Pocha amaba ese canarito de mierda, que todas las mañanas se encargaba de despertarme. Lo amaba por dos motivos -supongo yo- Uno, porque era su única compañía en la casa; dos, porque fue lo único que su finado marido no perdió en la timba. Era devoción de la Pocha por ese canario del orto, si me veía en la calle, me frenaba para contarme algo del pepe, si me veía en la carnicería también: “canta con tanta alegría, me llena el alma el pepe” “canta porque es un agradecido a la vida el pepe” -como si no supiera como canta el puto pajarito- si todos los días a las siete de la mañana ya estaba rompiendo los huevos. Pero en fin, nada justificaba tanta desgracia. Pobre Pocha…

El roco, me miraba de lejos, se daba cuenta que ésta vez había metido la pata hasta el cogote.

–Cuando la Pocha se entere lo que hiciste con el pepe, te va a envenenar la comida, ya vas a ver roco. Decía mientras juntaba las plumas del suelo. -¿Qué voy hacer? Entre los limones y  las plumas no dejaba de preguntarme. -No le puedo decir que el roco se lo morfó, no, no puedo hacer eso, mucho espanto para la pobre vieja. Tampoco podía no hacer nada la pocha era capaz de salir a buscarlo por el barrio y no parar hasta encontrarlo. No soportaría verla llenar el barrio de afiches con la foto del canario, seguro que me pediría ayuda, menos lo soportaría.

Pensaba y pensaba.

El sol de la siesta derretía el alquitrán de las calles. Yo sabía que la pocha dormía siesta hasta las cinco; entonces se me ocurrió, me iluminé de repente, como si se me hubiera caído un limón en la cabeza: agarré al Pepe y le quité la tierra que se le había pegado en el pellejo por la saliva del roco, lo limpié bien y lo armé como se podía. Clavé casi todas las plumitas donde iban, con La gotita y por último, le acomodé los ojitos a presión.

Ahora, por lo menos, parece que lo mató el corazón y no que se lo morfó el roco. Envolví el canario en la remera que llevaba puesta y cruce al patio de la pocha.

La medianera entre las dos casas estaba incompleta, un par de alambres flojos separaban el fondo de los dos patios. Con cuidado de no ensuciar los camisones que colgaban en la soga, llegué hasta el enorme jacarandá donde colgaba la jaula del pepe. Silenciosamente, con el corazón en la boca, lo deje adentro y me fui.

Cinco y media de la tarde: ¡haaa! ¡haaa! –Era la Pocha y el grito más desesperado que jamás había escuchado. Agudo, desagarrado desde las entrañas. Un gritó que oyó y atrajo a todos los vecinos de la cuadra.

-¡ay el pepe, ay el pepe! Pobre el pepe. Que Dios me lo guarde y lo tenga en la gloria…

Mi madre -que se pasaba las tardes enteras tejiendo en el comedor- cuando escuchó tremendo llanto, saltó de la silla y salió corriendo al patio, con las agujas en las manos y con la lana por detrás enredándose entre los pies, cruzó los alambres como nunca imaginé que mi mamá podía hacerlo.

Yo, que sí sabía porque gritaba la vecina, esperé unos minutos para ir. Cuando llegué, la pocha estaba sentada y seguía llorando. Mi madre la ventilaba con un diario tratando de calmarla y le decía: -es normal, todos los pájaros se mueren y van al cielo, además el pepe, de lo viejito que estaba ya casi no cantaba –que no va a cantar pensaba yo, si me despertaba todos los días- Entonces, con un hilito de voz entrecortada, secándose los mocos con un pañuelito de papel, la pocha, comenzó a explicar algo:

-Es que vos no entendés, Susi...

-Esta mañana, cuando salí a colgar la ropa, vi que el pepe se había muerto, entonces lo enterré cerca de los alambres, y ahora, cuando iba a descolgar la ropa, el pepe apareció! 

es-ta-ba-a-den-tro-de-la-jau-la. 

La pocha, volvió a romper en un llanto desconsolado y mi madre también…

4 de febrero de 2012

Mal día.

A Blo, por sus hazañas.




Dos horas antes que sonara el despertador, desperté. Todavía era de noche. Desperté, como si no hubiera dormido nada, con esa sensación de que te acostás y es cerrar los ojos y abrirlos y nada más -¡qué rabia!-  Si, si, ya sé lo me que vas a decir, doc:  "eso me pasa cada vez que tengo una función y que tengo que aprender a dominarlo, porque son fantasmas que vienen de mi infancia y esas cosas" Si, si, es verdad, pero no puedo controlarlo. Cada vez que me pasa, me dispara una ansiedad ga-lo-pan-te. Me inquieto por todo, estoy acelerado, pienso en mil cosas a la vez, me paseo por toda la casa, me asomo al patio -no sé para que, pero lo hago-  Se me hierve el agua y después termino tomando el café frío,  vistiéndome en la cocina, y por último, salgo de mi casa sin comer nada y siempre salgo tarde. Todo esto me pasa cuando me despierto así. No puedo controlarlo... No, no, miento, eso no es todo lo que me pasa. Me pasa algo peor todavía, que tampoco puedo controlar ¿Ud sabe que es peor que eso?

-No sé. Cuénteme ud de que es.

-Es las ganas de fumar doctor. Eso es lo peor. Se acuerda que le conté que hace semanas que intento vencer el vicio? bueno, hace semanas que vengo perdiendo. Tengo una tos espantosa, me dicen que parezco una foca asmática. Por eso, esta vez me propusé seriamente no fumar hasta después del desayuno, pero que... cuando me levanto así, me fumo hasta los fósforos!  -Sabe que hice esa mañana para no fumar? 

-No. 

-No desayunéDejé el café hervido, las dos tostadas y me fui. Para variar, sali tarde.  La cosa es que caminé hasta la avenida a esperar un taxi, que a esa hora, y con el frío que hacía no estaba ni dios en la calle -Por acá, seguro que no va pasar un taxi ni aunque se pierda- Pensaba.  Por suerte, me equivoqué.  Aparentemente, el día se dignaba a cambiarme la cara de culo estreñido que tenía-  Esto es suerte -dije para mi- incluso, capaz que se llena la función si mejora el día.

-Doctor, ¿ud cree en las señales? 

-No importa lo que yo crea. Acá, lo único que importa es lo que ud crea.

-Bueno, porque yo sí creo en esas cosas del destino, en realidad creía. Hasta esa mañana que todo cambió. Mejor dicho, aún creo. Creo que  el destino es una mierda y que es mejor no creer en el destino, me entiende doc?  

-Avancemos.

-Está bien, la cosa es que, como por arte de mágia, apareció un taxi. Apareció de la estación. 

Cuando subí al taxi, casi me muero del olor hediondo que había. El taxi apestaba. De lo incómodo que me puse, ni buen día le dije al chofer, sólo dije: "derecho hasta el centro por favor" y arrancó.

Al toque que arranca, el tipo, como si nada, con todas las ventanas cerradas, saca del bolsillo de la camisa, un paquete de Imparciales largos, se puso un cigarrillo en la boca  –¡claro! ese es el olor a mierda que acumula acá adentro- pensé.  La cuestión es que, en eso que estaba por prender el pucho, cuando el encendedor dio el primer chispazo, inmediatamente después, una onda silenciosa de aire denso y caliente se expandió y nos atravesó, al segundo siguiente vi el fuego. Primero salió de abajo del volante, después las llamas pegaban en el techo y bajaban por los costados hacia el centro, las llamas giraban como una ruleta.  El auto estaba ardiendo con vehemencia, era un infierno, y la garganta del diablo se tragaba al chofer Acto seguido, fue la explosión. No tuvimos tiempo de nada. Quede medio ciego, un poco sordo, atontado. De un momento para otro, me di cuenta que el chofer y yo nos quemábamos vivos.  

Por instinto, ese que te sale de no se donde,  atiné a estirar el brazo y destrabar la puerta y sali corriendo, pocos metros de correr, miré atrás, sólo se veían las ruedas del auto, el resto era todo fuego, parecía una hoguera. Sólo llamas y llamas, y cada vez, más altas. 

Miré en todas las direcciones, pero no había nadie, quería gritar y sólo sentía que me ahogaba del susto, estaba desesperado, como en esos sueños que uno corre y corre para escapar y sentís que vas tan despacio que te van a alcanzar. Así, y sin pensar en nada, regresé al taxi, me enrosqué la mano con la manga del abrigo y abrí la puerta,  traté de sacar al chofer -que estaba inconciente- lo tironee de la ropa pero no se movía, tenía puesto el cinturón de seguridad, no lo dudé, me tiré adentro y lo desprendí del cinturón.  Por suerte lo pude sacar vivo y alejar del fuego.    

–¡Es increíble lo que le pasó!, cómo se encuentra ahora?  

-Mal doctor, muy mal. Tengo miedo, no quiero salir a la calle. No me animo a hacer las compras. Creo que todos me persiguen, que saben quien soy y que hice. Estoy paranoico, tiemblo todo el día, estoy ansioso, no paro de fumar, no como, lloro a escondidas en mi casa y eso que vivo solo.

-A ver. Disculpe que lo interrumpa. No lo entiendo. Ud tiene que estar orgulloso de si mismo. Actuó valientemente, es un ejemplo para cualquier persona. Arriesgó su vida para salvar la de un desconocido. Seguro que ese chofer y su familia estaran agradecidos por su heroísmo. Conductas como la suya, son ejmplares y deberian ser reconocidas por todos.

-¡No doctor! Ojala fuera así. Resulta que después que saqué al chofer, me di cuenta que llegaba tarde a la obra, entonces me fui y me olvidé del asunto, y cuando volvía de trabajar, oí en la radio que la policía buscaba intensamente a un joven psicópata que después de negarse a pagar a un taxista lo habría incendiado  provocándole, por poco, la muerte del chofer. Luego se dió a la fuga. Lo buscan en la zona del hehco ya que, sospechan que sería vecino del sector. Entiende ahora?