31 de marzo de 2014

Carta a mi sobrino recién nacido



¡Bienvenido a la vida terrestre, sobrino!

¡BIENVENIDO, LORENZO, QUERIDO! ¡La alegría es gigante!

Hoy, a cuatro meses de tu desembarco en la Tierra, seguimos todos muy felices y muy emocionados y muy contentos y muy de todo lo bueno y hermoso que puede sentir un ser humano vivo por recibir a uno más de los suyos. Este es uno de esos momentos en que la vida le quiebra el rumbo cualquiera; hoy parece ayer y ayer vivirá alegre cada vez que llegue mañana, por eso, querido sobrino, ya te irás acostumbrando a que una vez por año se cumpla tu día aniversario, y la gente que te quiere lo celebre con todo, le dicen fiesta de cumpleaños. No te preocupes por tus primeros cumpleaños, no los vas a disfrutar un carajo ni vas a entender por qué todo el mundo te babosea la cara más de lo normal ni por qué llegan todos a visitarte el mismo día invadiendo tu tranquilidad, después de un par de añitos se van a ir poniendo buenos y provechosos.   

Tu aterrizaje fue un éxito. Descendiste de entre las alturas y de entre las trompas y al primer contacto con la tierra fueron a tu abrigo los brazos de tu mamá. Mejor, imposible. Tu papi también estuvo ahí, al lado de tu mamá, pero no podía decir mucho porque iba a vomitar de la impresión.
Además de la bienvenida, yo te quiero dar mis felicitaciones. Hay que reconocer tu valentía, hacer todo ese viaje solo muestra tus ganas de estar acá. Que nadie, nunca, te quite el valor de explorar la vida. Por acá ya casi nadie se anima a andar solo por las calles, menos de noche, dicen que es por una gripe virósica que tiene a todos resfriados de miedo, pero vos no te asustes, se contagia por boludismo y para prevenirlo no hace falta que te vacunen sólo tenés que mantenerte alegre.

Otra cosa. Te cuento que las malas lenguas están diciendo que el parto no fue tan en paz ni bonito como yo te lo cuento, no le lleves el apunte, a menudo, te vas a cruzar gente que está inconforme las 24 horas del día y que encuentran dos problemas para cada solución, son muy eficientes como verás, pero se pasan la vida quejándose y eso enferma; la única lengua buena, de verdad, es la que prepara tu abuela a la vinagreta, el resto son todas malas y los que dicen que tu parto no fue tranquilo es porque vos caíste por parto natural, algo que hace mucho daño a las obras sociales. El trabajo de parto fue durísimo para tu mamá y para el médico, para los enfermeros, y para los demás pacientes que estaban en el hospital, porque te colgaste, pendejo, demoraste más de doce horas en cabecear para afuera. Ahora cuando quieras salir a jugar afuera tu mamá no te va a creer un pito, además, dijeron, los testigos de Jehová que cruzaban la calle en ese momento, que tu mamá gritaba y gritaba, que gritó tanto que no se oyó ni un solo fuego artificial en toda la noche. Pero a ella no le importó nada, no le importó el tiempo de una noche que no se destapaba, ni el miedo de no saber lo que seguía ni el dolor de las entrañas que se le abrían. Tú mamá demostró que es una leona.

Tú papá también tiene su mérito, ojo. Yo, que lo conozco desde chiquito, sé que es muy ordenado y no aguanta ver la sangre fuera de su lugar, tampoco le gustan los gritos, menos si son de la mujer que ama y ni qué se diga si grita porque está alumbrando la llegada de su primer hijo. De los nervios, tu papá se hacía caca encima y se la aguantó adentro, el ordenado. Él, es muy sensible al dolor del otro, es como si le doliera a él. Sin embargo, —mencionaron los mismos testigos — parece ser que esos gritos, que salían de la boca de tu mami, no eran gritos como los de siempre sino que se habían transformado en los rugidos de una fiera y la frecuencia que vibraba en esos bramidos hizo que se despertara el valor de tu papá para quedarse ahí, durante toda la noche apretando la mano de tu mamá, firme y fuerte, y blanco como una estatua de mármol. Y que fue en ese momento de unión en que los dos juntos se alimentaron de la misma energía, el amor a vos, y supieron, en sus corazones, que nada podía salir mal.

Una de tus tías por parte de leona, te sacó una foto con tu papá después del parto. Te la guardé para que algún día la veas y recuerdes la cara de sufrimiento que tenía tu viejo y el semblante de alegría que le brillaba en los ojos... Fotos de tu mamá no hizo falta que te guardara porque tiene como tres millones y sigue acumulando. Si te seleccioné algunas.

Mis preferidas son las que salieron en la televisión y en los diarios, porque quiero que sepas algo muy importante: le cagaste el brindis de año nuevo a todos. La mayoría te va a contar que fuiste el primer bebé del 2104 en la provincia; que saliste en los medios; que todo el mundo se enteró de la noticia; que el intendente no estuvo perezoso y te hizo regalar una medalla de oro con su nombre grabado; que tu mamá estaba feliz siendo una intrépida cholula dando notas a los periodistas; que fuiste el primer hijo, el primer sobrino, el primer nieto y todo primero. Pero yo te voy a decir tres cosas que nunca nadie jamás se va a animar a decirte: Naciste feito. Todo arrugado y con cara de viejo enojado. Segundo, culpa tuya ninguno disfrutó el vitel tone. A la primera cosa, te reconozco que con el pasar de los días te fuiste corrigiendo, te estás reivindicando, pero a la segunda… la segunda… va a ser tu deuda kármica para conmigo. Nadie se mete con mi vitel tone. Sabelo. La tercera y más importante que voy a decirte, que te la digo desde la propia experiencia, es que los privilegios y los honores que se le dan a los primogénitos, con el tiempo y la llegada de los hermanos, se van convirtiendo en mochilas y traumas de la personalidad, hoy serás tratado como si fueras porcelana del Siglo X y mañana serás un boludo a cuerda, por eso, nunca pero nunca, te la creas, porque nadie será objetivo con vos. Escuchá siempre tu corazón. Sé humilde, siempre. 

Bien, ahora que ya sos oficialmente un Terrícola de la especie Humana, de la cual, concretamente, no se sabe nada pero que, según voy oyendo, tengo algunas referencias un poco enquilombadas. Algunos dicen que la especie está en evolución, otros que está en extinción… no sé, che, por acá la mayoría son bipolares. A mí, nunca me gustaron los extremos, no son buenos, menos este de la extinción, pero… qué te voy a decir yo que nunca leí nada sobre gustos.

Es un tema delicado la bipolaridad, muchos se mueren electrocutados, así que dejemos esto para cuando estés más ducho en cuestiones humanoides, por ejemplo, cuando un día cualquiera, un compañerito tuyo en el jardín de infantes se acerque a vos y sin decir nada te pisotea tu casita de barro, entonces ahí, retomaremos este tema; lo importante ahora, es que vos no metas los deditos en el enchufe.

Cambiando un poco de tema, quiero contarte algunas repercusiones de tu llegada. Por ejemplo la Nona. La Nona es un ícono de la familia. Es la “Gran Nona.” Para que te vayas ubicando en el mapa, la Nona es tu bisabuela. Los abuelos son algo así como los fundadores de tus papás y son lo mejor que te puede pasar en la vida. Los abuelos saben todo aunque a veces no digan nada, de verdad. Saben muchas más cosas de la vida que tus viejos y que cualquiera, por eso, mi consejo es que los aproveches al mango.

La Nona es la más grande de la familia y es la última que nos queda, así que la cuidamos como oro aunque ella no se deja cuidar mucho. A veces, no me deja que la vea hasta que se vaya la peluquera que la visita, pero bueno… cuando no quiere mostrarse siempre llama por teléfono, el problema es que pone el teléfono inalámbrico en el piso porque tiene miedo de caerse, entonces se cae y nos llama a todos. Si la hubieras visto cuando caminaba… cómo se movía, no había quien le siguiera la pista. A la mañana un cafecito por ahí, al medio día almorzaba en el centro, a la tarde un té en el bar de la plaza y cada tanto se tiraba unas fichitas en el casino. Se hacía sus viajecitos, compraba ropa que después revendía y con eso nos llevaba para un lado, para el otro, la tenía clara la Nona, nada de andar estornudando miedos ni qué ocho cuartos. Pero después, de a poquitos ratos que se fueron pasando más rápido de lo que uno se puede dar cuenta, sus amistades se fueron yendo y su energía se fue debilitando. Ahora se siente sola y, además, por más que ella no lo diga, sus defensas se bajaron y anda un poco engripada de miedo. Su soledad no es de visitas, porque siempre la vamos a ver, sino que su soledad es de iguales. Sola de edad. Ninguno de nosotros conoce esa soledad, tal vez algún día sepamos qué se siente pero no ahora, por el momento sólo le hacemos compañía sin compartir lo que siente de verdad, yo creo que es posible nosotros tengamos activas nuestras defensas al miedo que ella tiene y eso no nos permita abrir el corazón... Hasta antes de tu llegada, Lorenzo, la Nona no tenía ganas de nada. Casi no se levantaba de la cama, estaba débil, por suerte lúcida pero muy blandita. Pero cuando le avisamos que vos habías llegado bien, se le volvió a encender el brillo en los ojos. Le imprimimos y le llevamos tus fotos y ella las deja entre la almohada y la mesita de luz para mostrárselas a los que la visitan. Se nota que te quiere mucho y que le haces bien. !Ah! y también dice la Nona que no tenés genes para salir feo. Ya sé, te morís de ganas de conocerla, ¿cierto? Yo también, me encantaría ver el encuentro entre uds.   

Tú tía Paula también está muy contenta. Se pasea todo el día por la casa cantando “AH HUM, DIJO UN SAPITO, AH HUM HABÍA UN SAPITO, HUM HA DIJO EL SAPITO, HA HUM HACENO LOS SAPITOS HA HUM” Yo creo que la contentura le está dañando el cerebro pero se la ve tan feliz así… Además ella es la encargada de seleccionar tus fotos, imprimirlas hacerle detalles y esas cosas. Para que te des una idea, su dormitorio ya tiene tu cara…

A mí me pasó —me pasa— algo muy raro con vos. Paso largos minutos viendo tu cara en las fotos. En mis ratos de soledad y encuentro conmigo, me siento frente a la compu a encontrarme con vos. Te observo. Contemplo tus expresiones, tus miradas. Tus detalles. Yo te veo parecido a tu mamá, aunque tu expresión más seria me recuerda a tu viejo cuando se le sale la cadena. Me imagino tu voz y las voces de tus papis en conversaciones infantiles. Y te sigo imaginando y te sigo observando y te hablo y te digo macanas para que te rías porque es mi manera de quererte sin distancias, de saltar la barrera de lo físico que nos coloca en lugares lejanos, donde sólo llega el amor, pero no los brazos para levantarte. Y así paso los ratos que puedo, dejándome engañar por la inmediatez virtual que actualiza nuestros estados y mantiene informados de vos y de tus papás, sentir en tiempo real que estamos muy cerca, casi pegados, vos de un lado del monitor y yo del otro. Pero, y andá acostumbrándote a los peros porque siempre habrá uno entre los humanos, el fin de semana pasado no tuve internet en casa y recién el lunes, en la oficina, mientras simulaba que trabajaba, busqué fotos tuyas en el perfil de tu mamá y me encontré con una foto de un bebé gordito con una mirada melosa llena de brillo y calor y por un instante lento y silencioso me quedé contemplándola, escaneando los detalles de esa foto hasta que fue inevitable comprender: El de la foto eras vos, Lorenzo, ¡eras vos! Habían pasado apenas tres días desde la última vez que vi una foto tuya y no te reconocí. Habías cambiado toda la fisonomía de tu cara. Habías crecido setenta y dos horas y parecías otro... pensar que yo siempre decía que la distancia no es distancia, que uno viaja en el corazón del otro, pero esta vez, aunque siga pensando lo mismo, los kilómetros que nos separan me apretaron el estómago contra el pecho y me jodió mucho la nostalgia que deja el atropello del tiempo cuando pasa esa sutil fatalidad de lo irrecuperable, como haciéndose el canchero, refregándonos en la cara que ya pasó y que no vuelve, vaya a saber dios hasta cuándo. Y es que me jode no abrazarte ahora, que sos como un almohadón perfumado, pero mucho más me jode que sólo seas un almohadón perfumado un ratito en la vida y sólo pueda verte en fotos.    

No hay nada que hacerle, Lorenzo, al tiempo no se lo engaña. El tiempo no tiene ningún interés en los humanitos. A él le calienta tres pitos todo esto de los ratitos felices y los momentos imborrables.
Aunque joda las pelotas, al tiempo hay que esperarlo, y con buena cara mejor; mientras tanto y pese a cualquier circunstancia adversa, hay que seguir juntando ratitos lindos. Hay que acopiar esos ratitos felices que están desparramados pero que llenan el alma y es la única manera de inmortalizar la vida en el tiempo. Así espero el momento en que nos encontremos por primera vez. Tal vez vaya hasta tu casa y te lleve algunos regalos y me enseñes tu cuarto, tal vez vengan uds. y yo te enseñe mi casa, la plaza, la heladería o te lleve al parque a comer un choripán ¿quién sabe? El tiempo dirá pero seguro vamos a juntar muchos ratitos lindos…

P/D: Te mandé una solicitud de amistad, aceptame pendejo que soy tu tío.


P/D, bis: Gracias por alegrar las horas de la Nona.

La presente corresponde a la segunda carta de una colección. Para leer la primera, clic acá http://pensalimon.blogspot.com.ar/2013/10/carta-mi-sobrino-por-nacer.html    

2 de marzo de 2014

De no estar en casa



Desperté desesperado. Compungido por un angustioso e imperativo impulso de escribir lo que había soñado. Enloquecido me urgía encontrar las palabras exactas para decodificar el mensaje que había recibido. Tenía la esperanza, mínima pero esperanza al fin, de que me tranquilizaría si las encontraba, y no sé por qué también pensé que algo o alguien bueno o milagroso iba a sucederme o aparecerse en mi vida y me felicitaría regalándome un milagro o un deseo. Empecé a anotar sin filtros todo lo que se me venía a la mente y lo primero que escribí fue:

Un pedo sin olor no es un pedo

Pero no. Me resistía. Me parecía flojito, quién podría regalarme un milagro por algo así, nadie. Decidí aclarar mis sentimientos. Ir más allá de la idea. Taché la primera oración y debajo escribí:

Hoy choque el auto y a mí sólo se me ocurre amarte”

Pero me invadió una tristeza desgarradora al darme cuenta de que no me duele tanto que ya no estés, sino saber que ya no volverás, ni seremos juntos lo que fuimos, lo que soñamos que seríamos. El sin sabor de los besos que no nos daremos se hizo lágrima amargamente dulce y casi me desplomo otra vez. Pero no. Esta vez previne el derrape y volví a anotar:

“Ni la tierra sabe dónde nos lleva” (con puntos suspensivos).

Logré un poco de alivio, pero no lo suficiente. Me sentía cerca de encontrar la respuesta pero seguía dentro de mí la urgente angustia de llegar a un sitio seguro donde desembarcar. Decidí ser auténtico, honesto y que pese a cualquier prejuicio o circunstancia adversa debía decirlo. Entonces escribí:
                                                                    
“Un pedo sin olor es un pedo inofensivo

Pero recordé a mis amigos del secundario cuando se ponían un encendedor en el culo y competían por quién lograba hacer la llama más grande con el gas del pedo. Reviví el peligro cerca de los huevos y el pavor de que un padre salesiano nos descubriera de cantos abiertos jugando con fuego, y me atacó el pánico. Pánico de ser descubierto, del castigo y de la culpa, de no vencer el qué dirán, de que me obliguen a bastardear el perdón. Me hice frágil por un instante casi eterno. Cerré los ojos con fuerza, quería volver al sueño, pero ya estaba agitado por el julepe de que mañana no estemos y de que hoy haya sido en vano por faltarme el valor de hacer lo que tengo que hacer, y vertiginosamente sentí que me caía de jeta contra la respuesta que buscaba y desesperado anoté:

“hoy es irrecuperable” 

y casi sin dejar espacio aplicando toda la fuerza de mi mente para que no se me atore la burra escribí: 

“somos tan fugaces como un pedo”

Y la ficha cayó. Había comprendido el mensaje del sueño.

La idea secreta se reveló en este parloteo mental:

“No importa el olor, ni el ruido, ni las sorpresitas; lo importante es que cada uno sea feliz con sus pedos

Entonces tomé de mi universo interno el coraje que me faltaba y tuve el valor para hacer lo que tenía que hacer, me levanté de la butaca y fui al baño del colectivo, sin importarme el qué dirán.