10 de enero de 2012

Reencuentro.

Una puerta se abre. El silencio mira.
Dos tazas de café vaporean en la mesa. Habla una conversación.
Una cama encendida.
Tu y Yo derritiéndonos.

7 de enero de 2012

Sin peros en la lengua. (versión corregida del cuento Nunca aprendí a romper el hielo)





Nunca aprendí a romper el hielo sin hacerlo trizas. Dos palabras, tengo cáncer.

Si, un bajón. Hace más o menos un mes me lo decía el doctor, bueno, en realidad dijo mucho más que esas dos palabras que para ser exacto, ni las uso, no me dijo …todo indica que Ud. tiene cáncer, o, Ud. tiene cáncer de… no, no me dijo así, dijo que quería hacerme más pruebas…unos estudios más específicos…un par de resonancias…que todavía no es seguro del todo… que puede no ser tan grave… que estamos a tiempo de hacer mucho por mí… que no me asuste… que si tenía obra social, que si no, que pito que flauta, hasta que por fin llegó a donde quería llegar, y todas sus palabras conducían a una sola, y después de todo lo que había escuchado, dijo:

-…pero, parece que tiene cáncer.

Al “Pero”, la verdad ya lo esperaba, esto me hizo acordar a mis primeros doce cumpleaños, siempre esperaba una bicicleta, pero me regalaban canzoncillos, es así, uno va creciendo y va aprendiendo adivinar la llegada de los peros. El pero es eso, una desilusión y, por lo menos para mí, el pero siempre me cayó como el culo.

Las personas dicen pero para todo “pero esto,  pero aquello, si pero, pero para, pero por, pero pausa, pero, pero y pero…”  A ver señor médico –dije en mi cabeza-el pero es el único sinónimo que tiene el no, o en su defecto, es la mitad de un no, ¿por qué en vez de decir NO de una, me tiene que dar diez peros a cambio?  Así, sin peros, ni excusas, ni vaselina, ni nada, si entiendo o no entiendo lo que me dice es problema mío, si no comprendo, pregunto, ese no es problema de él… digo… no es que yo sea odioso, simplemente sé, que es un vicio del pensamiento, que le vamos hacer, el asunto es que si el médico fuera kiosquero, y yo le hubiera pedido una caja de forros extrafinos y me hubiera dicho, bueno, pero sólo me quedan saborizados, mirá, vaya y pase, pero acá, la cuestión es otra, él sabe, yo no, y me dice que no tema, pero… y después me dice que estamos a tiempo de hacer algo por mí, pero… entonces, cuando lo escuché decir pero, yo por dentro sentí que me levantaban de las patillas, estaba indignado con el tipo éste, obviamente, se dio cuenta que mi expresión había cambiado drásticamente porque me pidió tranquilidad, dijo que sabía cómo me sentía… que me entendía… aunque yo no había abierto la boca todavía para que me pidiera nada, él, se había puesto más nervioso que yo, todo porque pensó que era por eso del cáncer y eso me enfureció mucho más, porque está bien, lo reconozco, cuando me enojo se nota a la legua, además soy tipo ropero así que cualquiera se puede asustar, esto ya me había pasado antes, igual, volviendo al tema, sí, me había enojado y mucho, es porque el médico me tuvo más de una hora hablándome de la historia de la medicina, el avance, el progreso y la mar en coche, me explicó la mutación de la enfermedad y las células que no sé que cosa les pasaba a las células para terminar con un puto pero y, además cree que estoy nervioso por el cáncer cuando en realidad estoy así porque pienso que él es un boludo.

En fin, en el momento no le dije nada, dejé que terminara, en realidad, no veía la hora de salir del consultorio, quería caminar, eso quería hacer, caminar mucho y despejarme de todo, porque en el fondo, reconozco que un poquito me jodía eso de tener cáncer, porque si lo tenía, lo tenía, no había muchas vueltas que darle, que se yo, lo primero que se me vino a la cabeza, era que me iba a quedar pelado, si, lo admito, me pareció un poco pelotudo pensar en eso en este momento porque la verdad que por herencia de mis abuelos, antes de ir al médico ya se me había empezado a caer el pelo así que igual me iba a quedar pelado… no sé, una boludez la tiene cualquiera, después si, me empezó a caer la ficha, la pelada natural no es la misma que la del cáncer, porque los de cáncer siempre usan pañuelos, tal vez lo aconsejan los médicos y los pelados naturales no usan nada, no sé, todo esto es muy raro…  y encima, el médico, atrás del escritorio, me mira con esos anteojitos finitos y ese peinadito tan engominado que se hizo, ¿cómo puede peinarse así este tipo? ¿A qué está cuarenta minutos al frente del espejo? ¿Qué me mira tanto? ¿Será marica?  …mmm… esto me está incomodando un poco, como quien no quiere la cosa, miré el reloj, bueeeno, murmuré bajito, ya me tengo que ir, el doctor se quedó un poco sorprendido cuando me escuchó, claro como no le pregunté nada, se quedó así como yo me quedo mirando al chofer del colectivo que pasa y no para, que te deja regalado en la parada, bueno, así se quedó él, igual, para no ser mal educado, le expliqué que se me hacía tarde, tenía partido de la liga y si ganamos clasificamos a la semifinal, así que nada, me levanté, lo saludé amablemente, eso sí, le dije que iba hablarlo con mi señora que cualquier cosa le avisaba que hacía, si, como si me hubiera ofrecido un plan de ahorro para comprar un auto. Se le cayó la cara y eso le pasa por usar peros.

Mi equipo se llama Los Bordolinos y jugamos el clásico contra los Cavics. 

El partido estuvo bueno, en realidad, fue un partidazo, dejamos todo lo que había que dejar en la cancha, aunque perdimos por penales… que le vamos hacer, los penales son así, una lotería, son para cualquiera, la cagada fue que yo erré el penal, perdimos porque yo patee mal y esto sí que me va a costar mucho olvidarlo, capaz que el cáncer me llegue a la médula o a la coronilla y yo siga pensando en este partido, cuando vi que la pelota se iba por arriba del travesaño, se me enfrió el pecho y caí de rodillas clavado en la puerta del área, sobre el punto del penal, los del otro equipo pasaban corriendo al lado mío para alborotarse sobre el arquero, festejando que pasaban a la semifinal.

En cambio, de mi equipo, no se acercó ninguno, nadie dijo nada, sólo eran miradas inquisidoras que hablaban por si mismas: “…listo, semofori…” decían,  “…ya está, quedamos afuera, a llorar al campito…” mientras, yo seguía ahí de rodillas, como rezando, quería llorar y no me salía, quería gritar, sabía que era un campeonato de barrio, nada más, que no era el fin del mundo para nadie, además, habíamos perdido por penales, pero como duele perder, entonces me oí, acaba de decir pero, y el pero me hizo acordar al médico y estuve seguro que él tuvo algo que ver con que yo errara el penal porque nunca antes en mi vida había errado un penal y, ahora, que supuestamente tengo cáncer, vengo y erró el penal y perdemos la clasificación y me emocioné y lloré y lloré de cara al piso, preguntándome sin consuelo ¿¡por qué yo señor!?Y grité ¡Dios! ¿! Por qué me elegiste a mí para errar el penal!?

Cuando me calmé, ya no quedaba nadie en la cancha, todos se habían ido al vestuario, el más solidario de mis compañeros me llamaba que fuera, sin embargo, no tenía moral para ir a otro lado que no fuera al bar o a mi casa.

Me fui de la cancha sin saludar a nadie, mi único consuelo me esperaba en casa. Laura, mi Laura. Mi negra es mi premio, ella si sabe hacer que todo pase, que nada sea tan grave…

Igualmente, errar ese penal me sirvió para repensar mi vida. 

Camino a casa, me acordé amigos míos que tenían conocidos que tenían un amigo que tenían un pariente con cáncer. También me acordé de las películas que había visto,  donde el cáncer y los médicos eran protagonistas y los enfermos se morían como héroes porque le enseñaban el lado bueno de la vida a alguien que los amaba pero que no quería vivir y, yo que me cansé de retar a mi negra porque hacía un mar de lágrimas con esas películas hediondas, ahora, cuando se entere de lo mío, se va a deshidratar llorando peor que en una novela mexicana.

De repente se vino a mí la palabra mágica: QUIMIOTERAPIA. La vieja y famosa quimioaunque no  tenía ni idea lo que era, me imaginaba que no podía ser más peligroso que ir a la cancha a ver Unión San Vicente - Bella Vista, en la cancha de Unión y, mira que yo fui varias veces a esa cancha, lo digo con conocimiento de causa, bueno, intenté consolarme pensando que al menos un par de días de carpeta en el trabajo me iban a venir muy bien, pero, aunque en el fondo, mi verdadero problema era que no me podía olvidarme ese condenado penal, ahora que tengo cáncer, erró penales, esto realmente me enferma.

me cago en el cáncer! -Grité de impotencia.

Lo único que me falta es llegar y que mi gorda esté con otro -en ese momento me detuve- sentí agujas de frío que se clavaban en el estómago, no, eso no es posible, me dije en voz alta, ella no me lo haría nunca, tengo que bajar un cambio, con estas cosas no se jode, cualquier cáncer menos los cuernos, no, mi negra no… si me escucha decir esto me mata.

Seguí caminando, hablando sólo…

Tengo cáncer. Que difícil escucharlo, que difícil es creerlo! Capaz el médico tenga razón y no sea exactamente cáncer… Por las dudas, no vuelvo más al doctor. Punto, se acabó, de esto no se habla más. Entonces, el susto se desvaneció. 

Todas mis ideas vuelvan a sus lugares que el terremoto ya pasó, me dije.

¡Me siento vivo!

A partir de hoy voy a ser otro. Compré vino bueno, alfajorcitos de maicena y merengues que le gustan a mi gordi, corté unas flores del jardín del geriátrico, ya me imaginaba, voy a entrar como de novela, lleno de sorpresas, se va llorar todo de emoción.  No había semáforo que me frenara para sorprender a mi mujer, la iba a besar hasta derretirla y amarla hasta la madrugada…

Llegué a casa y me asusté cuando abrí la puerta, porque estaba sin llave,  me apuré a ver si había pasado algo y fui rápido a la cocina, casi me muero muerto cuando lo vi, el médico con mi esposa, en la cocina de mi casa, nuestra casa, llevaban más de un café conversando. 

Ella, que no le cuesta nada llorar, al verme, rompió en un llanto insoportable, corrió a a mí a colgarse como candado.

Quedé inmóvil.

Entre mi desconcierto y su desconsuelo, lo primero que pensé era que me llevaban al quirófano.  Empezaba a enojarme, no quería hacerlo.   Mientras tanto, Ella lloraba y no paraba de llenarme el cuello de mocos.  Al cabo de un instante, y sin decir una palabra, la separé de mí con precisión, luego me bastó con disparar una mirada lenta y una respiración honda para que mi mujer se diera cuenta de que iba a explotar; en ese momento, le pidió al médico que se fuera

-Seguro lo llamará mañana. Le dijo. 

Este se puso de pie, acercó la silla a la mesa, bien correctito como había sido en el consultorio y se fue sin mirarme.

Por primera vez, sin saber bien de que se trataba, sentí que algo entre Ella y yo cambiaba para siempre.

-¿No pensabas contarme nada? Preguntó mi esposa.

-No, ya casi me olvidaba.

-Hablemos. Me dijo ella.

Yo la miré nomás, Ella hace que todo lo malo pase, porque es lo más lindo que hay, y    y antes de contestar se me hizo un nudo en la garganta que me ahorcaba porque me di cuenta que Ella era lo mejor que había en mi vida, entonces bajé la mirada y con un fino hilito de voz dije:

-Erré el último penal. Contesté y me abracé a Ella tan fuerte que casi no respiraba y lloré y lloré como nunca antes lo había hecho.