16 de mayo de 2016

Fin

¿Quién sos? me preguntó en seco después de 22 años juntos.  Que tupe tiene que tener una persona para preguntar con tal descaro y bronca quién es uno, después de tantos años compartiendo todo.

Ahora te voy a decir quién soy. Grité con más fuerza y con más bronca y, mientras el eco del  grito se alejaba de mi cabeza, llamé a todos mis personajes para que vinieran a escupirle en la cara quien era yo. Pero no vino ninguno. Ni el mejor, ni el peor, ni el penoso, ni el maltratador, ni el engañador, ni nadie. Estaba solo y me había vuelto un desconocido. Entonces supe que era el fin. Me había sanado. Luego lloré, y ese era yo.  

1 de mayo de 2016

Gracias amigo


Gracias amigo


Hoy amanecí raro. Y lo más sensato que puedo decir es que abrí los ojos un segundo antes de lo previsto. Podría haber sido por un ruido lejano y escurridizo, pero lo dudo porque el silencio era total. Simplemente sucedió, cuando tuve conciencia de estar despierto, ya tenía los ojos abiertos contemplando el techo de la habitación. Entonces me di cuenta que había algo extraño. Nunca me había despertado como obra de un simple levantamiento de párpados y nada más, mucho menos de cara al techo, como si me estuvieran velando. Me quedé en la misma posición unos segundos más para hacer contacto con el resto de mi cuerpo, empecé por los dedos de los pies, uno a uno fui moviéndolos, luego los tobillos, las rodillas, el muñequito y así hasta asegurarme de que estaba entero y en condiciones normales. Después prendí el celular y miré la hora. La hora no me importó. Era de madrugada y no había ningún motivo para salir de la cama, menos con el frío que hacia afuera de las colchas. Tampoco me importaron los saludos del día del amigo que entraban al celular. Amigos, amigos de amigos y números sin agendar aparecían en la carpeta de entrada. Viejos caravaneros borrachos me llenaban el buzón con mensajes que iban desde “si no venís al asado te vamos a romper el culo, puto” hasta el “amigo hermano del alma te cago amando loquito” pasando por “heee cabeza venite para acá ´ta lleno de gatos” Amigos de siempre, cada vez más desconocidos, más repetidos, saludaban a un Yo que ya no está… y cavilando con la almohada esperé un poco más la luz del día. Esperé otro poco más. Finalmente me decidí y mandé un mensaje a un desconocido de siempre cada vez más amigo.    
El mensaje decía: Feliz día del amigo, viejo. Te quiero mucho. Un Abrazo enorme, gigante!
Mi viejo todavía no contestó el mensaje. Puede ser que le haya dado un infarto leer que lo quiero mucho, pero mi hermana me hubiera llamado. Tal vez pensó que andaba borracho por ahí y que me pintó la melancolía, o quizás todavía no haya visto que tiene un mensaje nuevo sin leer. Como sea, hoy amanecí raro.