20 de octubre de 2015

De la profesión y otros oficios. (Texto rescatado y actualizado)

Hoy es el día del abogado y recibí una cantidad considerable de saludos y de buenos augurios que todavía no he podido contestar porque recién termino de perseguir una ambulancia. Ahora hace calor y estoy cansado. Cansado de la competencia desleal, cuando yo corro hay otros que vuelan, lo digo por mi colega que puso su oficina en el bar del hospital de urgencias y se quedó con el amputado que iba en la ambulancia. Así no se puede.

Me acuerdo cuando tenía 16 años, choqué en la moto con un auto que se dio a la fuga dejándome tirado al borde de la muerte. Los días que sucedieron al accidente decenas de abogados hacían cola en la puerta de mi casa para tomar el caso. Los recuerdo como si fuera ayer. Pensaba, entonces, que importante y noble profesión era la del abogado, venir hasta mi casa, preocuparse por un desconocido, por la prótesis, por que no me faltara nada... Después faltó de todo y casi tuvo que salir mi papá a hipotecar la casa para que no la remataran... pero nada de eso me borró de la mente la imagen que me identificó:  Prestar auxilio. Me vi en el futuro ayudando a solucionar problemas, aunque a veces tenga que generar problemas para solucionarlos.

Esa visión me marcó para siempre. Me hizo soñar, decidir que quería hacer algo de mi vida.

Esa decisión me llevó a tomar la decisión de estudiar y esa decisión me condujo a otras elecciones que fueron construyendo un camino hasta el presente, y que sigue construyendo.

Mi profesión me ha llenado de satisfacciones y desafíos. Nada me llena más de felicidad que recibir un humilde y sincero "gracias doctor por todo lo que ha hecho, no sé cómo pagarle..." Entonces yo les explico como pagarme, y ahí empieza el desafío, cobrar.

Ahora, en la soledad de la oficina, mientras contesto los saludos que recibí a la vez que pienso en la libertad de un chico que asisto, se me cayó esta pregunta a la cabeza: ¿Qué haría sino hago lo que hago?

Me reclino en el sillón a pensar. A soñar en algo como aquella vez que soñé que iba a ser abogado.

Me balanceo.

Hoy sería lavador de cabezas en una peluquería muy cheta.

Me río solo.

No hay comentarios: