20 de junio de 2016

La enfermera

-Buen día, sople acá por favor. 
-¡Pero oficial, eso es una pija! 
-Muy bien, entonces no está borracha. Continúe no más. 


La enfermera me contó el chiste como una anécdota suya con la policía caminera, y yo, que estaba dopado por los calmantes apenas tenía fuerzas para sostener la mirada entre los pocitos de su sonrisa y las tetas que se balanceaban alegremente aplaudiendo el chiste por mí. Segundos después me reí yo. Me reí como un niño o como cuando era un niño. La risa salió como un suspiro agitado y entrecortado por los dolores y las tos, pero liberador de viejas angustias que escondía. Los vértices duros de mi cara se curvaron... no quería llorar adelante de ella, pero fue inevitable. Cuando me di cuenta de todo el tiempo que había pasado sin reírme que ya ni me acordaba como era, me quebré. Ella me miró con ternura, o con amor, después se acercó y me besó en la frente, con permiso para oler el perfume de su pecho.

No hay comentarios: