—Yo
sé que Ud. no se anima a preguntar pero es mi obligación decírselo: sí, se
puede morir, es muy probable que no tolere la operación…
Pasaron
años en tres horas de hospital hasta que salió el cirujano y cuando salió no fueron necesarias
las palabras porque todo estaba brutalmente demás.
El
médico miró a la mujer, la mujer se tapó la nariz con la mano y ahogó la respiración
junto con las lágrimas. Después miró a su hijo y le dijo que por fin papá había
dejado de fumar y que se había a un lugar donde no le iba a doler nunca más nada.
El
niño miró a la madre, pero no la quiso ver llorar y volteó la vista al piso,
después preguntó entre labios:
—¿por
qué no se fue antes si le iba a dejar de doler?
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