No me acuerdo si fue hace dos semanas o
dos años pero fue hace poquito que me quedé sin celu. Estábamos en la casa del
Gringo y mi celular fue a parar al fondo de la pileta. Lo vi caer en cámara lenta,
como si el teléfono supiera lo que iba hacer, saltó del bolsillo de la camisa y
casi no hizo ruido ni salpicó cuando se hundió, salvo un suave plup. Lo observé
todo pero no atiné a nada. Se me cagaron de risa toda la semana. No lo
podía creer o más bien sí, pero igual no lo podía creer. A poco que iban
corriendo los minutos, algo me agarró en la panza, las tripas me apretaban
como alambres. Todos seguían de joda pero yo pensaba en los mensajitos ahogándose
en la pileta. Revisaba en mi cabeza si había contestado todos los mensajes y
putié cuando recordé lo que es llenar la agenda de contactos. Me aceleré, me
cagaba encima y la casa estaba llena de gente.
Necesitaba otro teléfono, pero me negaba a
comprarlo. Entonces hablé con el Gringo que labura en una empresa que le dan
teléfonos y no me costó nada tirarle el mangazo. Alexis no tuvo drama, buscó en
una caja de zapatos y me dio un teléfono viejito pero bien cuidado y me lo
regaló con la condición de que se lo devolviera.
La
generosidad del Gringo me acercó a él mucho más de lo que me imaginaba. El
telefonito tenía una alarma de cumpleaños de todos sus contactos: siete y
cuarto de la mañana de cualquier día, casi siempre dos o tres veces por semana,
el celular empezaba a sonar como una bolsa de loritas enfiestadas. Después del
quilombo de la alarma le enviaba un mensaje para que no se olvidara que cumplía
años de “mami” “aaa” “Juancito Verga” “la chancha” o el “tutan jamón”.
El sábado nos
volvimos a juntar en la casa del Blo. Salió pollo al disco. Y en una broma
fallida, al muy puto de mi amigo se le cayó el teléfono que me había regalado
adentro de la jarra de ferné, y no me dijo nada. Yo me pasé el domingo entero y
parte del lunes probando en todos los enchufes de mi casa, cambiando el
cargador, sacando el chip, hundiendo el botoncito rojo y nada. Otra vez sin
celu, y con cagadera.
Hoy, gracias a ese amigo, tuve que tomar
una decisión muy importante que va en contra de mis principios: gastar. Fui al
hiper y me mandé derechito donde venden celulares. Llegué entregado, casi con
los ojos cerrados porque sufro mucho en los lugares donde tengo que elegir algo
entre más de tres cosas iguales. Sudaba en frío y puteaba mientras espiaba los
precios. La chica que atendía estaba con una vieja que decía algo de un
microchip o un conchin y que tenía roto un androide, pensé que se trataba de un
chiste sobre su marido pero no, la chica, le explicaba que la garantía no
cubría la rotura de androides. Media horas después, la señora entendió que la
garantía se la podía meter bien en la cartera porque no le servía para nada. A
mi turno, la vendedora y yo teníamos la misma cara de culo, dos espejos
separados por un mostrador. Ella quería irse a comer, y yo quería que no me
doliera tanto. Le fui directo: busco un celular, que sea común y
así nomas —le dije— Ella me miró y me sostuvo la mirada un rato
largo esperando que dijera algo más —Ha, y que sea de color blanco. Agregué—,
Ajá —dijo la chica—. Cuando le iba a decir que tuviera linternita, la chica se
había ido al depósito. Le faltaba culo para ser tan presumida, pensé. La
vendedora volvió al toque y trajo tres telefonitos blancos que para mí eran
iguales pero uno era más caro que el otro. Yo me hice el que sabía del tema,
los miré, estaban apagados, los levanté para tantear el peso los miraba a
contra luz y elegí el más barato.
Después, clink caja.
Ahora tengo celu nuevo y cuotitas
fijas sin intereses hasta el 2050. El teléfono es bonito, es de esos que tienen
pantallita sensible como el maricón de mi amigo que, bendito sea él, pero yo me
estoy volviendo mono con esta pantallita del orto que no se queda quieta, es
más fácil armar el cubo mágico que escribir mi nombre, y yo que pensaba que
todos eran felices con el dedito en la pantallita pero no le emboco una letra, y
para qué tantos recordatorios, alarmas, notificaciones, avisos y poronguitas
que se actualizan, falta que avise que no tengo crédito y estoy jodido, porque con lo salió ni
si dios quiere le voy a poner crédito, así que, por favor, les ruego a los que
me tengan en sus contactos que me tiren un mensaje con su nombre y fecha de
cumpleaños, todos menos vos, Gringo puto.
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