Viajé a Italia a cumplir un sueño y terminar el
próximo libro. Hace un par de semanas que estoy de vuelta pero, no terminé el
libro, empecé a escribir otro y, además, regresé con sueños nuevos que ni
siquiera imaginaba.
Desde mi punto de vista, no puedo seguir escribiendo
las crónicas del viaje, —pido disculpas a los que venían siguiendo el blog—
tampoco puedo seguir pensando lo que quiero hacer. Mis sueños tienen vida
propia. Son una corriente dentro de una ola gigante que pechan más que la turbina
de un avión. En estas circunstancias, no pienso y sin embargo existo. Soy.
Vivimos tiempos donde no hay tiempo para andar
pensando, hay que entregarse. Hay que abrir la mano y soltar el pasado.
Desanclar y dejarse llevar hasta el destino que ya despertó.
La tentación de contarles sobre Donatella me
atraviesa el estómago de punta a punta. Hablarles de los paseos que hicimos por
Roma, las clases de italiano, conversaciones en las miradas, las escapadas del
convento a fumar, la fuga que nos hicimos a Venecia, los puntos de vista, el
silencio que moja, las tetitas, el espacio compartido, las lágrimas, los
labios, la risa cómplice, el teatro romano, la desesperación de verse y la
desesperación de no verse, el último día, la despedida, el deseo, el corazón. Pero
un sentimiento sutil y armonioso me reserva esta historia para un futuro
cercano. Un día Roma va a ser un libro y Donatella un sueño realizado.
Por ahora me despido de la publicación de estas crónicas,
quería decirlo, me hacía falta hacerlo. Me despido compartiendo la penúltima
noche que pasé en Italia con Donatella y algunas fotos caseras que seleccioné.
Son puntos de vista donde el corazón se abrió y tomó la esencia.
Mi monjita me invitó a una obra de teatro que
presentaba la actriz y directora Roberta Fonsanto. La obra se llamaba “Il
bastone di Miracoli” Trataba de un pobre viejo millonario que se moría y la
docena de hijos que tenía se peleaban por la herencia. La obra se hizo en un
anfiteatro romano original del S. 30 DC y, la puesta en escena incluía más de
treinta actores en el escenario durante toda la función y, todos con
capacidades especiales. El anfiteatro era y es un lugar increíble, un túnel en
el tiempo y, la función salió magistralmente bella. Tan bella y sensible que hizo
emocionar a todos a moco tendido, especialmente Donatella, que no podía parar
de llorar y yo de enamorarme. Seguramente, el libro tendrá un capítulo de esta
noche, y de todo lo que hicimos...
Il bastone di Mirácoli:
Directora: Roberta Fonsanto.
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