Un par de meses atrás se habían
conocido en la estación de subtes. Fue la curiosidad de él, la que creó un lazo
entre ellos después de verla por primera vez: Ahí estaba Ella, sentada en mitad de un
banco del andén, su espalda erguida, sin auriculares ni periódico, con su
cartera en la falda, serena y delicada, como el cristal; invisible y ajena a
todas las personas que iban y venían. La
paz de Ella le llegó hasta el corazón de él, sellando esa imagen en un retrato
que guardaría en su intimidad como una enseñanza, el resto del día, se sentiría
liviano, como feliz, ansioso por verla por otra vez. Y así fue, todos los días,
a la misma hora, ella estaba ahí.
El principio de ésta historia continuó
como principio por un tiempo más, ya que gracias al entusiasmo que a él le
provocaba pensar en que llegaba la hora de regresar a la estación, aumentaba
cada vez que la veía y duraba hasta donde Ella se bajaba, luego, todo era
nostalgia por añorar algo que todavía no sucedía, pero eso no interesaba. Él,
que jamás pensaba las dudas, sabía que pronto llegaría una señal para
acercársele y lo haría, mientras tanto, soñaba.
El fin del principio llegó de
repente, y no fue señal ni fue casualidad. El nudo de éste relato fue una coincidencia: Aquél
día, él, no la vio en la estación, pensó que podría estar enferma o que se
podría haber demorado en el trabajo, pero prefirió no seguir pensando en todos
los posibles motivos, sólo soltó un deseo imaginario con una intención simple: ojalá que se encuentre muy bien, en ese
momento, una persona se sentó a su lado, era Ella, para él algo inexplicable,
providencial y maravilloso estaba sucediendo, la adrenalina era un folklore que
le zapateaba el corazón, la miró a los ojos y sus pensamientos eran más veloces
que el tren, hasta que se animó a decir algo,
entonces todos los pensamientos se le cayeron al piso desnudando su
inexperiencia en el trato con las mujeres y una corriente de nervios que le
habían provocado una tentada y contagiosa risa que inesperadamente la tomó por
sorpresa a Ella cuando escuchó con un H-O-L-A tan simpático y tan sincero que fue imposible de esquivar. Ambos habían coincidido en una sonrisa
auténtica, y hoy cuando se despidan, ninguno podrá negar así mismo que el
destino parió un encuentro.
A partir de aquél encuentro, cada
uno tuvo compañía en la presencia del otro y creció una relación verdadera.
Compartían el viaje, secretos, confidencias, silencios, conversaciones
hermosas; aprendían a escucharse, a romper prejuicios, se hacían cómplices. Se aconsejaban
películas, libros, y mientras todos corrían en la estación por llegar a tiempo
a algún sitio, ellos debatían las causas del aumento del precio de las
aceitunas negras rellenas en Brasil. Las
coincidencias crecían todo el tiempo, pero, por sobre todas las coincidencias,
ellos habían entendido que se trataba de un encuentro, cada coincidencia
encontraba a uno en el otro, él se encontraba en la ternura de ella y ella en
la alegría de él como si se conocieran desde todos los tiempos.
¿Qué puede hacerte palpitar así,
sino es amor? Era la pregunta que él repetía cada noche antes de dormir, dibujando
la respuesta en los ojos de Ella, hasta que un día se lo preguntó y le contestó
afirmando lo que sentía: -claro que es
amor, no podría ser otra cosa que amor, él, cuando escuchó la respuesta se
quedó en silencio, la contemplaba admirando su belleza, nunca antes había visto
tan de cerca una mujer enteramente bella, miraba sus ojos y creía que todo era
posible; Ella, respetaba el silencio de él, y también lo contemplaba admirando
el valor que veía en sus ojos, nunca había estado enamorada, hasta éste
presente, ahora, podía sentir el amor en una mirada y abrazar un alma noble.
-Por favor no sigas, dijo ella
interrumpiendo el principio de un beso, le tomó la mano, lo miró dulcemente y
continuó: no lo dudes, es amor y es puro, me siento inmensamente feliz y es
mejor de lo que lo había soñado, mi corazón no entra en mi cuerpo; me gustas
desde antes que me dijeras hola temblando de nervios, te veía todos los días en
la estación y me preguntaba como serías, y hoy estás aquí, conmigo y te amo, te
amo tanto que no lo puedo explicar; entraste en mi vida a cumplirme un sueño
que había olvidado, gracias a ti, sé lo que es ser una mujer hermosa y amada,
porque tu eres hermoso y amado, y éste sentimiento es infinito aunque no sea
nuestro tiempo. Te amo desde la libertad y debes irte libre de aquí, sé que
nunca preguntaste mi edad, porque eres un caballero, pero tengo más de sesenta
y tu menos de veinticinco, no puedes esperar nada de mi, ni Yo de ti, debes
seguir adelante con tu vida, y si me amas, por favor no repares en mis palabras
ni en mis lagrimas, sólo ve feliz y lleva el orgullo de haber hecho conocer el
amor a una mujer que se había perdido en el tiempo. Él, después de escucharla
con el corazón, cayó con el estómago y sólo respetó en silencio, no lloró sino
hasta llegar a su casa.
Al otro día, un tren a Carabobo
pasa por Congreso, el mismo caos de siempre, pero alguien invisible ya no
espera.
3 comentarios:
Excelente amigo!
esto se va perfeccionando y la lectura se disfruta mucho!! sigue adelante!!!
Gracias!!
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