Jueves 27 de
Noviembre, 12:45 hs, Irigoyen esquina Vélez Sarsfield, sensación térmica a la
sombra 42° grados y moderando con leve aumento de temperatura y alerta de piedra.
Córdoba Capital.
A primera hora de
hoy, la ciudad fue sitiada por imprevistas manifestaciones y cortes
estratégicos en los accesos al microcentro. Organizaciones gremiales,
piqueteras y ambientalistas tomaron transitoriamente el control de la ciudad.El
tráfico fue un caos insoportable, nunca antes visto. Recién ahora,cuando el sol
cuece el alquitrán de las calles, empieza a normalizarse el tránsito, pero todavía
falta mucho, en las esquinas todavía están humeando restos de las cubiertas
incendiadas y aún puede verse en las paradas de colectivos, largas colas de
personas desahuciadas, mujeres que se abanican sus caras rojas y despintadas,
estudiantes descamisados sentados en los cordones. La gente se amontona odiosa
en una baldosa con sombra esperando que por fin se destraben los conflictos y
aparezca el colectivo, o el remí trucho que los saque del caldero. El viento caliente de aire con olor a caucho
quemado y pólvora de las bombas de estruendo, propaga el silencio de las
personas y sofoca los aires condicionados de los locales, nadie está a salvo de
éste infierno.
Arremolinados por
el viento, una cajita de vino vacía y varios vasitos descartables se levantan
en la esquina de 27 de Abril y Gral. Paz.
-el centro parece una película de vaqueros- A lo lejos, se oye otra
bomba, tal vez sea la última del día.
Yo acabo de salir
de la oficina. Traje, camisa y corbata, para volver a casa, me toca cruzar el
centro a pata porque, ni si dios quiere, voy a encontrar un taxi.
Dos cuadras apenas
y en el fugaz reflejo de una vidriera, ya parece que vengo de un concurso de
remeritas mojadas; pero no me quejo, el gordito que va delante mio la está
pasando peor, tiene del cogote hasta la parte inferior del culo, una importante
escarapela de transpiración y, a juzgarlo por el swing de su andar, o se está
deshidratando o ya se le pasparon las cachas.
Un poco por el
hambre y otro tanto por la calor que hace y, también, porque ya caminé más que
Kung-Fu, empiezo a tener alucinaciones, veo cosas extrañas por las calles; la
ciudad humea vapor en cada alcantarilla, las heladerías están desabastecidas;
las mujeres no tienen modales, una señora tropezó con un ciego y en un rapto de
enojo le gritó: “¡porque no ve por donde camina!” el cieguito se enfureció al
toque y entró a repartir bastonazos a diestra y siniestra hasta que dos tipos
que estaban cerca del episodio,contuvieron al ciego para que no la cagué a
bastonazos a la señora que se había caído sobre un lustra botas que también
recibió un par de palazos en la cabeza.
Ningún periódico
había anunciado las movilizaciones.
El gremio de los
banqueros, Naranjitas Unidos de Córdoba, Judiciales, Carreros, Hinchas
Asociados de Talleres, Floristas de Cementerios y Huertistas de Villa
Libertador, eran algunos de los grupos que habían manifestado desde temprano.
Pero, aunque cada uno de los grupos que habían salido a la calle lo había hecho
por su cuenta y en defensa de sus derechos, entre ellos hubo violentos cruces y
grandes disturbios, actos de vandalismo y boicot de unos para con otros que
hacían más peligrosa y caótica la mañana, como decía la nonna: se peleaban por ver quien la tiene más grande. De todas
maneras, y sea como sea el tamaño de cada uno, en la calle,la policía, al
límite de verse desbordada había solicitado colaboración de Bomberos, por
momentos, el estado de alerta y tensión fue máxima. Las avenidas principales eran tierra de
nadie, o mejor dicho, de unos pocos mafiosos…
En Córdoba, es un
secreto conocido. El atentado a la paz, había
sido pergeñado por un reducto de mercenarios muy poderosos para mostrarle al
gobierno y al pueblo su poder de impacto y, de paso, que el resto del país vea
que ellos la tienen más grande que cualquiera.
El fin: negociar nuevos privilegios.
Cuando el caos
manda y la necesidad gobierna, en el peor momento de las protestas, aparecen
ellos, los rufianes mercenarios. Inescrupulosos como ellos no hay otros.
Vienen a lucrar
con las necesidades de la gente trabajadora, del universitario, del jubilado y
su nietito, de la dama y el caballero. No conocen de piedad ni de misericordia,
le da igual la vieja que el cieguito o el lustra botas. Su objetivo es
instalarse donde se encuentre la mayor cantidad de gente, sufriendo o
festejando no les importa, sólo necesitan de las masas congregadas para
llenarse los bolsillos, no les importa si estás ahí antes, ellos te desplazan y
se instalan.
Se hacen pasar por
ocasionales y espontáneos, pero están pérfidamente organizados en la
clandestinidad, concentrados en los pulmones y en los riñones de la ciudad, se
meten por los intestinos, se pasean por el recto de cualquiera, son una
bacteria inmune y auto reproducible, al primer descuido, ya se te metieron
adentro y te quitaron los pocos pesos que llevas en el bolsillo. Son los Choripa,la mafia cordobesa.
Choripaneros de
manifestaciones y piquetes. Se agrupan por Clanes y se dividen por familias.
Trafican desde el chacinado hasta las bombas de estruendo pasando por el
expendio clandestino de sangría y amargo único. Fue mi nonna la primera que me enseñó la cruda realidad el día que me
llevó a conocer un Choripa. Entonces me dijo: “mi hijito, ese chimichurri que
usted ve ahí, tiene más secretos que la fórmula de la coca cola” Nunca olvidé esas palabras.
Muchos políticos
ganaron elecciones gracias a pactos secretos con los Choripa; “si habrá visto
una esas multitudes que iban a los actos por el chori”, repetía la nonna cada vez que se anunciaba una
elección.
Los Choripa
dominan el mercado negro de la docta, pero algunos expandieron su predominio a otras
latitudes para evitar conflictos territoriales en el seno de los Virreyes del
Chorizo, autoridad máxima de todas las Familias. Los Virreyes son los que
organizan el espacio, dividen los territorios, son los que cortan y reparten el
chorizo para que no haya disputas entre las familias. Dicen quienes son las
familias que tienen el control en las canchas, en los bailes, en las
manifestaciones. También se encargan de que no haya problemas con los controles
municipales, aceptan o rechazan acuerdos con políticos en campaña, con barras
bravas cuando juegan de visitantes para que puedan llevar su Choripa de
confianza. Acuerdan el precio de venta,
designan quienes van a ser los proveedores del pan y el carbón, en fin, son
capaces de todo, incluso, de hacer un asado abajo del agua.
Con los Virreyes
del Chorizo NO-SE-JO-DE, porque te cocinan.
Pero la historia
enseña que ningún crimen es perfecto y, aquél 27 de noviembre, entre tanto
caos, sucedió un imprevisto. Un hecho inédito se grabó en la historia para el
resto de los tiempos.
Después de haberme
fumado más de una decena de Choripas en el camino, sucumbí a la tentación y me
detuve en uno: Irigoyen y Vélez Sarsfield, al frente del Olmos. Antes, conté el
efectivo que tenía conmigo, ocho pesos con veinticinco, no me alcanza para
nada, o compro el pan o compro el chorizo, pensé, igual me acerqué, onda
turista para ver de qué se trataba la parrilla, observé que le quedaban sólo
tres choricitos, que a ojo de buen cubero no tenían más de una semana a la
venta. Entonces decidí apurar el trámite:
-Maestro, una
preguntita, ¿cuánto sale?
-Dié,
papi. Contestó rápido, como inquieto y preocupado por otra cosa.
Cuando lo oí, lo
primero que pensé fue: culiao, me vio la cara. Automáticamente, como mecanismo
de defensa, cambié el chip y pasé de turista ingenuo a cordobés básico:
-¿Son Adidas los
chorizos?
-No, si van a ser
Nike -contestó sobrado. Su cordobés era más ilustrado que el mío.
Después de este cruce,
entre él y yo, no había más distancia que una parrilla,
-papi, vó no sabé
lo que é estar al lado del fuego toda la mañana, a esta hora tiene otro
precio-justificó el amigo.
En ese instante
vino otro necesitado como yo, y compró el antepenúltimo chori. Se lo morfó sin masticarlo. Hubiera empeñado
el reloj o lo hubiera pagado en cuotas con la de crédito. El Choripa y yo no dijimos nada, con los que
tienen abstinencia de chimi, mejor no meterse. Consejo de la calle.
Visto esto, no me
quedó otra alternativa que regatear.
-a ver si llego
-dije en voz alta- mmm uuh mmm… no, no llego, tengo ocho y chirola…
-papi, conmigo no
hay drama, pa' que veá que soy buen guaso. Tomá, acá tené.
Otra vez pensé, “qué
culiao, me ve la cara y encima se hace el piola” Por eso son los dueños del mundo, porque
soplan y te hacen una botella, porque la tienen atada, a la chancha, los
chanchitos y la máquina de hacer chorizos.
Ellos, son la elite de la docta, Choripa no se hace, se nace.
Aunque no tenga un
peso en el bolsillo, tengo chori en mano y más vale chori en mano que cien
fumados (me hubiera gustado que la nona me oyera decir esas palabras, se
hubiera puesto orgullosa de mi). Atorándome
con el chori y los pensamientos, observé que algo ponía nervioso al Choripa. Ya
no miraba su parrilla sino la de un Chóripa que estaba del otro lado de la
Irigoyen, discutiendo con dos municipales que aparentemente no habían entendido
la orden, o tal vez si, pero, especulando que se trataba un Choripa femenino,
trataban de sacar un choripán fiado bajo coacción de multar y secuestrar la
mercadería, sin duda, los agentes del orden subestimaron las consecuencias de
sus actos. La tensión creció como el fuego en la parrilla. El Choripa que me
había vendido a mí, no toleró un minuto más la situación de su colega cuando
vio que uno de los inspectores levantó el frasco del chimi y empezó a tirarlo
en la calle, entonces dijo:
-Se terminó. Van a
ver estos come gratislo que es
meterse con nosotros
Relojeó para todos lados buscando
una cara conocida, pero sólo me encontró a mí, con la boca llena y la camisa
llena de migas, no tuvo otra opción –se lo noté en la mirada- después
dijo:
-papi, cuidame el
puesto, ya vengo. Se dio vuelta y salió
corriendo.
Los autos
empezaron a chillar con sus frenadas.
Nadie entendía nada. El Central Azul, que por suerte recién salía del
semáforo, embistió al Choripa que trastabilló y tambaleó unos metros, casi
cayendo,casi levantándose, hasta que recuperó el equilibrio. Siguió corriendo
sin importarle absolutamente nada. En unos segundos el tránsito volvió a
congestionarse como antes, pero ésta vez, se había detenido en una pausa sin
tiempo, en las veredas se había formado una tribuna de curiosos que coreaban a
cada frenada de los autos un “¡uuh… qué culiau! ¡Uuh… qué culiau!” Los únicos
que todavía no se habían percatado de todo lo que estaba aconteciendo eran los municipales
que, entre carcajadas macabras, sobraban a la choripanera pisándole uno por uno
los tomates y la lechuga. Eso, hasta que el Choripa le llegó a uno de ellos con
un salto-patada-karateca-voladora de película que impactó en el centro del
estómago gigante del inspector provocando un movimiento ondularmente uniforme
de la masa grasosa que envolvió media pierna del Choripa y lo suspendió en el
aire hasta que lentamente cayeron los dos al suelo. El inspector lo hizo de
culo y, arriba de éste, el Choripa. La gente se agarraba la cabeza, no podían
creer lo que veían y, al unísono, explotó un ¡culiau! final cuando vieron amalgamarse el asfalto hirviendo de la
Irigoyen con el ojete del inspector y la cabeza que le iba dando rebotes en el
aire hasta que finalmente quedó en posición horizontal con el Choripa encima.
En ese momento, me
percaté de un detalle que más que detalle, fue una ocasión, nadie me observaba.
Estaba solo en el mundo. Sólo la
parrilla del Choripa y yo. Lo primero que se me ocurrió, fue la segunda
intención, si lo hacía, tenía cien años de perdón. El corazón me latía en las amígdalas y no me
puse objeciones, lo que me puse fue el último chorizo solitario que se
chamuscaba en las brasas,adentro del bolsillo del saco, me di media vuelta y salí
silbando bajo.
El miedo de que de
repente, recibiera una patada voladora a sangre fría que me uniera el culo con
la nunca, me persiguió por varias cuadras. Imaginaba una cesárea para extraerme la
zapatilla del Choripa si esto pasaba, caminé urgido y fruncido para protegerme
la retaguardia, pero cada vez que metía la mano en el bolsillo y acariciaba el
chorizo,sabía que todo valía la pena, sabía que estaba haciendo historia.
1 comentario:
Mis apreciaciones por mail, MUY bueno!
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