Entraba a la panadería a buscar los
criollitos de todos los días. Antes de entrar, pensaba en un chiste para
saludar a Mariela pero cuando entré vi una mujer hermosa que tomaba café. Ni la
mujer ni la belleza eran del lugar. Era más linda que mi señorita de tercer
grado. Tan linda, toda entera, que no pude mirarla de nuevo. Me daba vergüenza como a los nueve
años. Mariela me hizo un chiste que no entendí. El tiempo que estuve en la panadería se fue
como un fósforo. Salí con mis criollitos y vine casi
corriendo sin querer ver ninguna cara en el camino para conservar solo la cara
de Ella, preguntándome si se habrá dado cuenta de mí.
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