Qué mejor forma de empezar esta carta, sino evocando el
espíritu alegre de los Salesianos de Don Bosco al estilo de la promoción ‘98:
EL QUE LEE ESTO ES PUTO. Ahora sí, los saludo a todos como corresponde y de
corazón espero y deseo que estén excelentemente bien.
Me hubiera gustado mucho escribir esta carta antes de la
última juntada, pero me fue imposible perder la costumbre de llegar siempre
tarde (hay cosas que no van a cambiar nunca) así que la escribo ahora,haciendo
la salvedad que en este ahora, el tarde
si tiene solución, no como en aquellos años ansiosos de la pajertad donde todo era ya o no era nada;
así que hoy –ahora- escribo esta carta con la sincera y simple intención de
llegar a lo profundo y hacerlo a tiempo para la próxima juntada de egresados
’98 que tendremos dentro de cinco años. Ojalá no se muera ninguno porque los voy
a necesitar.
Escribo de cara al futuro, escarbando en el pasado
compartido con uds. y encuentro algunos recuerdos que me hacen cosquillas y me
río solo,otros, en cambio, me vidrian
los ojos. Veo aulas, techos altos; escaleras de mármol gastado; los patios, el
blanco y el rojo con la imponente parroquia que desde niño veía con asombro
porque parecía acariciar el cielo. Siento aquellas mañanas frías como si fueran
ayer, hasta huelo los pedos inescrupulosos
y las reuniones convulsionadas en torno al pedo, veo un encendedor prendido
entre los cantos de un culo y un curso entero esperando el fogonazo para mearse
de la risa. Veo caras inocentes, blancas como la leche y la piel se me eriza,
rebobino y pienso, que bonitos pajeros que fuimos. Pero justifíquesenos.La
pubertad mandaba entonces en la construcción de esos rostros amorfos de energías
no renovables en sacos de piel estirada y huesos todavía de cartílagos. Veo
faldas marrones y camisas blancas de las Domínicas transitando el paso de iniciarse
en corpiños y toallitas mientras nosotros seguíamos pegándonos papelitos en la
espalda. Escucho a los avanzados de la promoción relatando su primera afeitada o
que ya tenían ocho pendejos, carajo! que ganas de crecer y que te salieran
pelos por todos lados.
Veo que el paso del tiempo corrió el telón y muchos salieron
de ese eterno baño que es la adolescencia, aunque otros, todavía la siguen
pedaleando con el bistec de hígado.
Escribo de culo al pasado y me cago de risa. Revivo
situaciones irrepetibles, asquerosas (me reservo los detalles para la ocasión).
Recuerdo la Lifi, en la primaria, y me pregunto si aquellos papís habrán entrado
en la masonería con los chicos con capacidades diferentes para el fútbol, Los elegidos de la escuela. Después llegó
el secundario, la Lifus y la masturbación. Ahí nos unimos todos al puñetero
vicio.Los buenos, los malos, los deportistas, los bochos, los acusetes, todos
entrelazados por la misma pasión que construyó esta amistad que hoy nos une, la
bendita paja y el que lee esto es puto.
Luego de pasado algunos años construí mi idea de que el
orgullo gay de estos tiempos nació, en gran parte, gracias aquél grupo de padres
que enseñaba a Los Elegidos como ser
estrellas del fútbol infantil, verdaderos hombrecitos ganadores, Los Elegidos
salvarían a la familia… Pero en la antesala de las oportunidades quedó claro
que muchos Elegidos no querían ser estrellas de fútbol, querían ser lavadores
de cabezas en las mejores peluquerías top de Puerto Madero, Belgrano y Punta
del Este, y a ellos mis más sentidas congratulaciones porque no hay
satisfacción más plena en la vida que la de ser uno mismo, la de conquistarse a
sí mismo pese a cualquier adversidad, porque, al fin y al cabo, de la
adolescencia se sale recién cuando uno deja de echarle la culpa de todo a los
padres. Felicitaciones a los que lo han logrado.
Quince años ya desde aquella tragicómica obra del secundario
hasta el presente que hoy me encuentra, panzón casi gordo y ya entrado en la
calvicie madurez de la vida con las pelotas rozando el suelo. Un hoy donde sigo
reviviendo los momentos del secundario, pero desde el otro lado del aula, en el
escritorio del profesor.
Las caras de mis alumnos no se parecen en nada a las
nuestras (salvo por los granos). Antes era más fácil, eras cheto o eras negro,
ahora la moda es adivinarles el sexo y la onda es no tener onda con nadie que
sea de carne y hueso. Los chicos ya casi ni te miran a los ojos y cuando lo
hacen te ven como un dinosaurio que se escapó del museo; la pucha che como me duele esto -digo-si hasta ayer yo estaba ahí, de
ese lado y no ha pasado el tiempo que ellos tienen en la mirada. Miro a los
profes, que somos nosotros, los alumnos de antes, estamos igual que ayer, pero
más desconocidos y lejanos que nunca. Me da pena el abismo que nos separa y me
da pena la soledad de los chicos. En realidad me doy pena yo mismo porque me
obligan a enseñar mentiras, a crear
abismos, mecanizar conceptos fuera de uso que ya no sirven para nada, y con justicia los aburro. Los
inspectores de educación hacen diplomaturas en cuidarse el culo y exigen a los
directores de escuelas objetivos pelotudos que a su vez estos exigen a los
profesores para que realicen aulas adentro, y los docentes exigen o no
exigen (para el caso es lo mismo) al alumno que no responde o si responde te
manda a la mierda (que para el caso también es lo mismo) pero si te manda a la
mierda hay que llamar al padre o al tutor o a cualquiera que atienda el
teléfono para notificarle que el niño tiene problemitas de conducta (siempre es
el otro el que tiene problemitas) porque no sabe respetar la autoridad, pero el
papá o la mamá o el tutor o el que atendió el teléfono llega al colegio y antes
de que se le explique el motivo ya putearon al profesor, al preceptor, al
psicopedagogo, al ordenanza y a la gente que atiende el kiosco porque tienen
que salir de sus trabajos, y entre puteada y puteada, agrega que están todos en
contra de su hijo porque es su hijo. En estos casos el protocolo de Pilatos
enseña a derivar el quilombo a la Dirección. El papá quilombero tiene que hablar
con la máxima autoridad de la escuela (si es que está en la escuela, sino que
venga mañana) Igual continúan los insultos y la tentativa de la piña. El Director o Directora pide
audiencia con el Inspector para solicitarle cooperación en el conflicto, y el Inspector
le pide al Director que tenga paciencia, le explica ‘es lo que hay y que el agua no se mastica’, que él no es el que
toma las decisiones finales porque si por él fuera ya lo hubiera solucionado, todo
depende del Ministro que a su vez depende del Gobernador y que estos dos viven
de caravana o de campaña según la temporada y no se los puede molestar, que por
eso o por esto no hay presupuesto para esto o para aquello. Pero, y siempre hay
lugar para los peros en estos asuntos, el papá del alumno con problemitas que
vino furioso a la escuela, no conforme con la atención recibida también pide
audiencia con el Inspector para acusar a todo el colegio de conspirar en contra
de su hijo –obviamente queno lo atiende el Inspector porque el que atiende estos
quilombos es el cuarto pinche contratado que tiene de secretario- pero nada
obsta a que el mensaje de furia con aviso de acudir a la prensa llegue hasta la
mesa donde el Inspector domestica al Director y en el momento oportuno lo
utiliza para intimar al Director a que ponga en orden su escuela con este
padre, su hijo y el irresponsable del profesor con tirada de orejas al señor
del kiosco. La reunión termina ahí. El Director/a regresa a la escuela, se
encierra en su despacho y no habla con nadie más el resto de la semana. O no regresa
y se va a su casa con licencia psiquiátrica el resto de la semana. Mientras
tanto, hay que fumarse al delegado gremial que convoca a una asamblea de dos
horas diarias hasta que se encuentre una solución al conflicto de la falta de
azúcar en la sala de profesores porque todos se hacen los pelotudos a la hora
de poner el mango. Luego uno, o yo por ejemplo, entra al curso a dar clases y
vasta esa mirada inexpresiva detenida en el tiempo que tienen los alumnos para entender
que no es por viejo que me miran así. Es porque están hartos, y uno se queda en
bolas y sin defensa legítima que valga para explicar que últimamente todo se ha
ido a la mierda y que se trata de una estafa flagrante donde la escuela se ha
convertido en una cadena de mentiras a la que el alumno -niño o adolescente-
repele hasta donde puede y como puede, gracias a que cuenta con un avanzado y
complejo sistema inmunológico que minuciosa y sistemáticamente cada uno de los
actores del sistema actual lo usa de inodoro, aunque después tire la cadena, apriete el glade toque, respira hondo y muy filosóficamente dice: Que cagada está la juventud de hoy.
La escuela de hoy ya no crea ni amigos. Ni amigos los
alumnos, ni amigos los profesores, ni amigos las familias, ni amigos las
pelotas, y nadie dice nada.
Tal vez están pensando que me fui al carajo, pero no lo creo.
Eso pueden pensarlo los que se quedaron con el hígado en la mano recitando
cantitos homofóbicos típicos de colegios de curas. O los que todavía boyan de recién
llegados de Bariloche. Los que viven repitiendo el pasado.
Al principio dije que escribía con la sincera y simple
intención de llegar a lo profundo y de hacerlo a tiempo para la próxima juntada,
ojalá que no se muriera ninguno porque los iba a necesitar. La próxima juntada
es ahora. Es aquí y ahora. Algunos de
uds. ya son padres, otros lo seremos y otros han dicho que sólo serán tíos, pero
nada de esto importa porque nos necesitamos todos, nos urgimos estar presentes
para que no se nos haga tarde, para que el tiempo no se pase en vano.
Hace
falta retornar al Ser, recordar que todos somos Maestros aprendices desde el
primer día hasta el último y que en todos los momentos y circunstancias de la
vida, uno educa y es educado, y educar es amar y no se ama sino desde la absoluta
libertad de conciencia.
Hace falta que entendamos esto.
Un abrazo fuerte a cada uno, fuertísimo.
PD: Ya nadie me dice cabezón (piensan que soy viejo y serio) y yo que tanto extraño los buenos chistes de mi cabeza, son las cosas lindas de la vida...